El tendedero

lunes, 17 de septiembre de 2007

La violencia en el discurso social

Argentina Casanova

Cuando se habla de violencia que afecta a las mujeres y a las niñas, la más grave de todas esas formas es la que sufren en el seno del hogar a manos de los padres o de los familiares, como agresiones sexuales o abusos físicos, y esto ocurre diariamente en el estado y en el país.
La sección policiaca de los diarios está llena de notas en las que se da cuenta de casos de padrastros, tíos y otros familiares que han abusado de las menores y los menores, valiéndose de la confianza de los padres o que los pequeños pasan muchas horas solos. Esto ocurre también en lugares más o menos públicos, en tiendas a las que acuden los pequeños y en otros sitios a los que los niños van solos.
Viendo ese escenario son pocos los lugares donde los niños están seguros, y muy pocas las personas junto a quienes podemos dejar a un niño o una niña sin el temor de que algo le ocurra.
Lo mismo ocurre cuando las pequeñas crecen, las jovencitas son víctimas susceptibles de la violencia y el odio de quienes cometen estas agresiones en contra de la dignidad de las personas, noticias que a diario aparecen en los medios de comunicación, sin que esto se considere como una incidencia de violencia que se suma a otras formas más obvias y directas.
Si el ambiente en el que se desarrolla la vida de una persona no reúne las condiciones de seguridad y no le garantiza una vida en armonía es porque vive bajo condiciones poco propicias para su pleno desarrollo y crecimiento emocional. Esto afecta su autoestima, su confianza, incluso su certeza en lo que pretende hacer con su vida y de lo que depende; una vez más, aspectos que interfieren en el crecimiento de las personas y que se centra en afectar a las mujeres.
Desde pequeñas las niñas viven expuestas a esa amenaza invisible de ser víctimas de alguna agresión, cuando son jovencitas esta posibilidad aumenta para su infortunio, en el que tiene que compaginar una sociedad prejuiciada y enviciada con la idea de que la mujer es un objeto para su disfrute, uso y explotación, porque eso se sugiere y se fortalece a través de los anuncios de televisión, en las canciones, en la publicidad impresa y en los discursos misóginos.
El discurso social imperante ubica a la mujer en una posición pasiva, receptora, y en la mayoría de los casos se sobre entiende que esta si es bonita es para “disfrute de la pupila masculina” como si esa fuera su única razón de ser sin considerar en lo más mínimo su capacidad intelectual como un atractivo más relevante, más allá de lo que se ve.
La violencia que existe contra el género femenino se percibe a través de múltiples canciones en las que ella es la depositaria de todos los odios, los corajes, las frustraciones y hasta los rencores.
Incluso la mujer tiene que adaptar su forma de pensar con ese discurso imperante, creerlo y aplicarlo para ella misma, en el cual las reglas que valen son las creadas en el contexto de una sociedad patriarcal y enjuiciarse según los estereotipos misóginos predominantes
El trabajo de los comunicadores puede intervenir para bien o para mal en la construcción de ese discurso social con el cual se puede dar un trato de equidad a la mujer y al hombre, o bien contribuir a los mitos y prejuicios, incluso con el uso del lenguaje influenciado por visiones machistas cuando se da información relativa a agresiones contra las mujeres.
En la construcción de un discurso con perspectiva de género participan mujeres y hombres comprometidos con la creación de un entorno más justo para todos y todas, y en ello participan grupos de periodistas como el Centro de Información de la Mujer AC, y organizaciones civiles que promueven la capacitación de los responsables del manejo de información relativa a juicios, demandas, agresiones y otros crímenes cometidos contra las mujeres
En la medida en que la sociedad en su conjunto tenga un discurso que incorpore a la mujer desde una óptica a esas diferencias de género y que acepte que la mujer tiene una percepción de sí misma, diferente a la que le hombre tiene de ella.
Construir un discurso de equidad en la sociedad exige la participación de todos los sectores, de quienes educan a los niños y las niñas en las aulas, del padre y de la madre, los amigos y los mensajes que nos llegan a través de los medios de comunicación.
Debe intervenir factores determinantes como los gobiernos, la sociedad civil, mujeres organizadas, entidades académicas y el Gobiernos federal que tiene en sus manos la gran responsabilidad de instrumentar políticas públicas a través de sus secretarías.
Aunque parezca difícil no es imposible construir escenarios en los que la mujer realmente pueda desarrollarse a plenitud garantizándose realmente un ambiente libre de violencia y sin prejuicios que vulneren sus capacidades.
Ese cambio permitirá que las niñas se desarrollen en ambiente en los que no son vistas como víctimas potenciales de agresiones sexuales, y mucho menos que las jovencitas vivan en lugares en los que el ambiente de violencia sexual es la amenaza constante precisamente por el cambio de fondo en la manera como la sociedad ve a la mujer.
El cambio del discurso social es lo que permitirá remover viejos esquemas que han dado pauta a las agresiones en contra de las mujeres por ser vistas como objetos y no como personas en sus ambientes familiares, laborales y sociales, y ese es el objetivo que todos debemos procurar a partir del entendimiento del discurso que las mujeres y todos aquellos con perspectiva de género tratan de hacernos escuchar.

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