El tendedero

jueves, 6 de mayo de 2010

CUARTO PODER

El verdadero poder para el progreso



Argentina Casanova



“Las trabajadoras necesitan una reforma que reconozca su contribución al sostenimiento del país, y que garantice su incorporación al mercado laboral en mejores condiciones, las cuales deben incluir derechos como la seguridad social y la igualdad de oportunidades”.

Patricia Olamendi, abogada experta en DH.


La iniciativa de reforma laboral presentada por un Partido en la Cámara de Diputados el pasado 18 de marzo, a decir, del análisis serio de un grupo de ex legisladoras y expertas consideran que presenta una carga ideológica muy fuerte, acorde también con la postura que han asumido con otros temas, particularmente relacionados con las mujeres. Pero si bien el tema ahora es la reforma laboral lo que se vive en el país es sólo el reflejo de un fenómeno global relacionado con el papel que juegan las mujeres en la economía.

Así, en un artículo publicado en Letras Libres bajo el título la Cruzada de las mujeres, de por Nicholas D. Kristof y Sherlyn Wuddun, en el que exponen: “Durante el siglo XIX el desafío moral más grande fue la esclavitud. En el siglo XX fue el totalitarismo. En este siglo es la brutalidad ejercida sobre tantas mujeres y niñas alrededor del mundo: tráfico sexual, ataques con ácido, quema de novias y violaciones en masa.

De cualquier modo, si las injusticias que sufren las mujeres en países pobres son de importancia capital, en un sentido económico y geopolítico la oportunidad que representan es aún mayor. “Las mujeres sostienen la mitad del cielo”, dice un proverbio chino, pero aún ahora es apenas una aspiración: en gran parte del mundo las niñas permanecen sin educación y las mujeres marginadas, y no es casual que esos mismos países estén anegados desproporcionadamente por la pobreza y atravesados por el fundamentalismo y el caos. Existe un consenso creciente entre muchas instancias, desde el Banco Mundial hasta el Estado Mayor Conjunto del ejército estadounidense, pasando por organizaciones de ayuda humanitaria como CARE, en que enfocarse en las mujeres y niñas es la manera más efectiva de combatir la pobreza global y el extremismo. Es por eso que la ayuda exterior está cada vez más dirigida a las mujeres. El mundo está despertando a una verdad muy poderosa: las mujeres y las niñas no son el problema, son la solución.”

Hasta ahí la cita, del artículo, pero basta para advertir una realidad significativa que cobra mayor relevancia en un país como México, donde si bien las condiciones de pobreza y marginación no alcanzan los niveles de Africa y algunas ciudades Asiáticas, sí hay zonas donde las mujeres carecen de todos los satisfactores más por una dependencia inútil del ingreso masculino.

Tiene que ver con aspectos culturales e históricos, pero también con formas aprendidas de esquemas que poco consideran la propia cultura de esos pueblos y en cambio son vistos y evaluados desde una óptica eurocentral y patriarcal.

Esto cobra mayor relevancia en un estado como Campeche; se reconoció durante la Presentación del Plan Estatal de Desarrollo que no hay un ritmo de crecimiento, sino decrecimiento, que el Producto Interno Bruto que aporta la entidad desaparece si se elimina la aportación petrolera y en consecuencia nos queda una cruda realidad de dependencia del sector público y eso nos obliga a buscar alternativas para alcanzar el tan soñado desarrollo económico, o lo que es mejor, el “ansiado” progreso.

Conviene mirar a ese 51% de la población que puede y tiene todo el potencial para contribuir a la economía, siempre que no haya iniciativas de reforma laboral que pretendan volverlas al hogar para cumplir con su deber sagrado de cuidar a los hijos –como si esta fuera una tarea exclusiva de ellas y no de los padres-. Es justo mirar hacia las mujeres que en las zonas más marginadas de la entidad pueden contribuir a alcanzar el desarrollo de sus habilidades y potencialidades generando esa riqueza que tanto necesitan para mejorar su nivel de vida.

La primera parte del Estado como Gobierno es contribuir a que se generen las condiciones para que las mujeres puedan acceder a participar en la economía, la segunda parte radica en que esto no signifique –como hasta ahora- en las dobles y las triples jornadas, con marcos jurídicos equitativos que garanticen iguales beneficios para las trabajadoras y responsabilidades en el hogar para los trabajadores. Sólo así ese 51% de mujeres –entre las que exceptuamos las que son “jefas de hogar” podrían incorporarse a la economía y no depender de un miserable salario que gana su compañero o padre. Los informes globales hablan de un paupérrimo ingreso masculino que además es dividido en “prostitutas, alcohol, juegos, apuestas y otras cosas”.

En México las mujeres han contribuido al valor y a la riqueza nacional aunque esto ha sido soslayado a través de la historia, el trabajo en el hogar si bien no es remunerado tiene un valor que supera por mucho a lo que generan algunos sectores o actividades productivas en la actualidad. Se habla de que el costo promedio del trabajo que una mujer desempeña en el hogar es –en una casa de 5 integrantes- al menos 10 mil pesos mensuales, cifra que se eleva según la vivienda.

Ya desde la etapa prehispánica las mexicanas tuvieron que afrontar que su trabajo era considerado obligatorio y bien hecho como una característica que elevaba el valor y la estima de la mujer, nunca su remuneración. Ellas no poseían, no eran dueñas de nada. Precisamente en un ensayo, Mujer y Familia en la sociedad Mexica, la autora María de Jesús Rodríguez expone que: “las labores cotidianas que la mujer debía efectuar consistían en mantener y vigilar el hogar, barrer la casa, el patio, lavar trastos, moler maíz, cacao, cocinar y preparar la comida familiar”, en algunos casos según su nivel social “auxiliar en las actividades artesanales, hacer ropa para la familia, tejer mantas para reunir la cuota asignada a su calpulli, atender la alimentación la educación y cuidado de los hijos”.

Eso no parece haber cambiado mucho en el México moderno, no en donde las mujeres siguen yendo por agua, haciendo tortillas, comida para vender, limpieza de la casa y su aportación jamás es reconocida, ni pagada y mucho menos valorada, pero el aporte fue y es real.

Reconsiderar el potencial que las mujeres representan para la economía de todo país abre retos y oportunidades para México y muchas otras naciones que afrontan economías a medias, en las que sólo se reconoce y alienta el trabajo de los varones, e incluso aquellas en las que si bien a las mujeres se les “permite” trabajar como una concesión, las labores en el hogar siguen siendo de ellas casi como en ese México mexica en el que ellas cumplían con la cuota asignada a su casta, pero igual tenían que “ayudar” al esposo en las tareas agrícolas y volver a casa para seguir trabajando.

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