El tendedero

jueves, 10 de febrero de 2011

La participación ciudadana

Por Argentina Casanova

“Tenemos que atrevernos a hacer cosas, a hacer gobierno nosotras también y a estar muy al pendiente de lo que hacen nuestros representantes en todas las instituciones gubernamentales. El gobierno nos representa, son nuestros empleados, a los que les pagamos un salario, por eso deben hacer las cosas bien, responder a nuestras necesidades y demandas. Tienen que escucharnos con respeto y dignidad”. Discurso de grupos de mujeres organizadas.

La participación ciudadana y el ejercicio del poder que ésta tiene tienen como principal obstáculo la conciencia de la fuerza y el desconocimiento del impacto que ésta puede tener, en gran medida por la falta de práctica en su ejercicio, pero también porque durante muchos años ha sido lo más fácil, instalarse en la cómoda certeza del terreno conocido sin arriesgarse a emprender otro, sin salir de las referencias que se sienten bajo control, pero que en realidad no son otra cosa que las formas de control que otras fuerzas ejercen sobre los ciudadanos y las ciudadanas.
Quizá uno de los lugares donde más ha costado impulsar la participación ciudadana y que la propia sociedad tenga conciencia de la fuerza que representa es un estado como Campeche, donde se el poder político ha sido depositario de las fuerzas de las mayorías, sin que esto garantice que se dé cabida a lo que la ciudadanía realmente desea que se haga.

Sin embargo, pese a las inercias y a la supuesta pasividad que caracteriza a la gente de Campeche, hay referencias de momentos en los que la ciudadanía se ha atrevido a explorar otros terrenos, bordear, ir a los linderos y en algunos casos transitar en terreno desconocido abriendo nuevas sendas.
Si la imagen pudiera representarse de alguna forma es la siguiente: cada vez que la ciudadanía ha logrado organizarse, llamarse, pronunciarse y salir a decir no o sí a algo, están allanando una nueva senda que se convierte en un camino, una vez transitado se aplana, se libra y se dejan marcas que muchas más personas pueden recorrer, y lo que es mejor, se acortan distancias, se abren a más personas la oportunidad de mirar nuevos escenarios y participar.
Esto no es nada nuevo, somos nosotros los ciudadanos y ciudadanas de este país, los que perdimos la conciencia de nuestro poder, sin importar el lugar en el que trabajemos o la posición que se ocupe, todos tenemos un poder ciudadano que podemos y debemos ejercer, de lo contrario lo cedemos.
En la medida en la que cobremos conciencia de la fuerza de la opinión pública y revertir los procesos verticales y descendentes, por esquemas horizontales y bidireccionales, es decir, que no se generen mensajes que se acepten con obediencia ciega, sino que se consensen, se dialoguen y las fuerzas políticas asuman que para ser validadas tienen que ser discutidas con interlocutores ciudadanos. Y aquí no hablamos de liderazgos viciados ya bastante conocidos, sino de organizaciones ciudadanas que realmente tengan trabajo con otros grupos de ciudadanos, que participen y que independiente de quienes las integren representan opiniones ciudadanas.
El poder ciudadanos radica en todas las personas, no es propiedad exclusiva de un partido o de una persona, y es seguro que cuando los mexicanos y mexicanas recuperemos la facultad de ejercerlo podremos realmente transitar a una sociedad más participativa y crítica, lo cual ya ha ocurrido en otras partes del país, pero que es imperante que termine de consolidarse en el sureste de México, siempre a la zaga en la conciencia ciudadana y curiosamente “a la zaga” en materia de desarrollo económico.
Oponerse a las formas de organización ciudadana no sólo es obsoleto sino que se olvida de que cuanto más se contenga una fuerza natural, el desbordamiento de ésta será mayúscula, y los ciclos históricos así lo comprueban. Simplemente es tener conciencia de que: “el río nos precede, estaba ahí cuando nosotros llegamos y seguirá ahí, cuando nos hayamos ido”, nuestra aportación es acompañar su cauce y colaborar en lo posible en su desenvolvimiento, no pretender bloquearlo poniendo diques o llevarlo a donde nuestros intereses y supuestos pretendan, porque y todo río recuperará su cauce y puede hacerlo de manera violenta.
Ojalá que quienes tienen que entenderlo tengan la capacidad de hacerlo, la rueda está en marcha desde antes y seguirá girando, las brechas se ensancharán y no depende de que las “alienten” porque una vez recorrido el trayecto mucha gente ya aprendió la ruta y continuará transitándola con o sin el visto bueno.
Lo único que queda es tener la capacidad de saber mirar a la ciudadanía como interlocutores, como otro poder como tal y entender que si bien el Estado Mexicano está constituido por el Poder Judicial, el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo, hay otro poder que ya no se siente identificado en el último y que se ha generado alternativas para cambiar su realidad con la que no se sienten nada a gusto.
El poder ciudadano no se puede limitar, eso ya ha quedado claro con el ejemplo del río, pero no faltará quien crea que las fuerzas ciudadanas todavía pueden ser manipulables y que sólo es cosa de saber hacerlo, la verdad es que hay mucho que se está haciendo con conocimiento y formación, con conciencia y cada vez son más los ciudadanos que saben que las instituciones no están haciendo las cosas como debieran o de la mejor manera.
Lo que sigue es pues ver abrirse nuevas sendas y ver cómo se “pavimentan” otras que ya fueron transitadas.

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