QUINTO PODER
Argentina Casanova
Discriminación, el lugar común de un
país mestizo
Morena soy, oh hijas de Jerusalén, pero codiciable
Como las tiendas de Cedar,
Como las cortinas de Salomón.
Como las tiendas de Cedar,
Como las cortinas de Salomón.
No
reparéis en que soy morena,
Porque el sol me miró.
Porque el sol me miró.
Cantar de los
Cantares
“En una encuesta sobre Discriminación en México, 90 puntos porcentuales de las personas encuestadas reconoce que quienes
más viven discriminación es la gente de tez morena, ese fue un dato
alarmante, porque la mayoría (de los ciudadanos) tenemos ese tono de piel”, esta
es una cita de un párrafo de la noticia que informa sobre la encuesta y que hace
esa reflexión, un tema que particularmente me ha ocupado en todos sus matices,
es sorprendente pues que en un país de población eminentemente mestiza, haya
indicios de “superioridad” fundados en las ideas puristas de siempre ser mejor
que el de más abajo, ya sea por el color de la piel, por el estrato social o
por el nombre.
Lo más grave del
asunto es que la mayoría de los y las mexicanas parecemos llevar un argumento
discriminatorio que salta a la primera provocación y sin ninguna justificación.
Cuando una persona nos resulta molesta buscamos una característica física con
la cual podamos etiquetarla o adjetivarla de tal forma que enunciarlo resulte
la mejor forma de ofenderla, que mejor ejemplo que la famosa expresión de “pinche
naco”, con lo que significa una supuesta superioridad de quien lo enuncia
frente a quien se le dice. No importa que quien lo diga, ni sus
características, pero ese se convierte en el principal argumento para “poner
distancia” con la otra persona en una supuesta superioridad de quien ve al “otro”
como alguien inferior.
Y así, en México la
otredad se ha convertido no en una forma de ver al otro sino de
invisibilizarlo, negarlo, desproveerlo y por supuesto de ser incapaces de
ponernos en sus zapatos para hacer nuestras sus necesidades. Hemos derivado de
una discriminación simplista a la construcción del otro para segregarlo, invisibilizarlo y por supuesto negarle
derechos o simplemente aliarnos con el Sistema que se vale de esos argumentos
para no hacer ni siquiera el esfuerzo de convencernos de por qué no les da lo
que por derecho fundamental les corresponde como una garantía: educación,
salud, vivienda, alimentos, trabajo, cultura, esparcimientos, etc. Tenemos un “otro”
que se convierte en el enemigo, donde encaja a la perfección el esfuerzo de un
Estado que nos convence de que son unos “nacos pleitistas, indios maestros de
los estados (sic)”, y ahí tenemos el argumento con el cual en el Distrito
Federal el Gobierno proclamó su justificación para sacar a los maestros del
Monumento a la Revolución: “afean la ciudad”.
Y el otro, después
de degradarlo, discriminarlo, se convierte en el enemigo al que desprovisto de
su capacidad de ser “igual a nosotros”, puede ser sujeto de todo tipo de actos
que el Estado represor justifica, con el aval de una sociedad clasista y
discriminadora. Algún día seremos desprovistos de ddhh por algún argumento.
Las buenas
conciencias se lavan en maestrías y materias al por mayor de derechos humanos,
pero poca gente se dedica a defenderlos realmente, mucha gente hablando y
escribiendo desde la “teoría” de los derechos humanos, la pobreza, el
indigenismo y la diversidad, pero cuánta gente sale a la calle a defenderle sus
derechos a esas personas, cuántos dan de su tiempo para representarles y
litigar a favor de todas las personas que sufren discriminación y violación a
sus derechos. Universidades de paga llenos de estudiantes y egresados de
escuelas que incluyen en su matrícula “los derechos humanos” en uno de los
países en los que más se violan. Personas que a la menor provocación expresan “pinche
negro”, “pinche indio”, “gorda fea” y más expresiones como esas que brotan con
una facilidad que evidencia que realmente a pesar de correr ríos de tinta
digital, de muchísimas personas con cuentas de twitter o de Facebook compartiendo
los temas de moda como son los derechos humanos, la realidad aún dista de ser
un tema que asimilemos.
¿Cómo sabemos la
diferencia entre la pose de “derechohumanista” de papel, a un defensor o
defensora en la práctica?, la respuesta es muy sencilla, hay lugares en los que
la defensa práctica está en manos de activistas a falta de abogadxs defensorxs;
personas comunes cuyas vidas fueron marcada en algún momento por hechos de discriminación
o de violencia que las llevó a identificarse con las personas que son
discriminadas, porque asumen el acompañamiento y seguimiento de estos casos y
encaran la necesidad de cambiar la realidad de nuestro país.
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