El tendedero

miércoles, 29 de enero de 2014

QUINTO PODER: Violencia institucional; caballo del apocalipsis mexicano


Argentina Casanova
el pueblo en su inmenso dolor hoy se niega a beber de la fuente clara del honor 
Alfredo Zitarrosa/Adagio a mi país

La violencia institucional es considerada “la más grave”, pues su viabilidad se debe a la impunidad, resume un documento publicado por el especialista Elías Dobry en 2004, retomado por Proceso y Cimac para una publicación sobre el tema. El texto resume que “La forma en la que se materializa este tipo de violencia es la discriminación que se da tras los actos omisos de algunos servidores públicos, la dilación en la atención de la violencia hacia las mujeres y la obstaculización de la verdad histórica en los casos de feminicidio hacen inaccesible la procuración de justicia”.

En la calle, en la realidad diaria, ahí en donde no alcanzan a leerse estas publicaciones y mucho menos a “permear” las políticas públicas de igualdad o de transparencia y la contraloría social, en el día a día, lo común son instituciones que suelen funcionar en sus estructuras más básicas -en los municipios- como un sistema de oposición férrea al ejercicio de los derechos de la ciudadanía. No es un tema abstracto, es lo que enmascara la causa y efecto de la negativa, por omisión, ignorancia o simplemente por falta de voluntad de atención o de hacer solo lo que les toca hacer, y que deriva en el menoscabo de los derechos de las personas en el territorio nacional.
Es posible que este fenómeno esté presente en otros países, pero el que conozco a fondo y en forma suele estar en las comunidades más apartadas con mayor claridad; sólido, de una estructura tan férrea y bien definida que se vuelve casi –casi, aclaramos- imposible derrumbar, desarticular, desmembrar y por consiguiente hacer valer o permitir el ejercicio de los derechos de las y los mexicanos, como el derecho a la justicia como pieza fundamental de la ciudadanía plena.
La primera tarea del Estado Mexicano es re-conocer la violencia institucional como una violación a los derechos humanos, de competencia y responsabilidad, entender en qué consiste y sus múltiples formas. No hablamos solamente de la forma tácita de violación a los ddh cuando se niega el acceso a un servicio, a un juicio justo, a un proceso penal adecuado, a los procedimientos, también se da en la forma más grave que es la omisión y que parece ser epidemia actual en muchas instituciones cuando las y los servidores públicos simplemente se niegan por desconocimiento o negligencia a prestar un servicio que forma parte de sus tareas conforme a la normatividad y las leyes de sus propias instituciones. Ejemplo: No brindar servicio médico a una persona que acude a un hospital, no abrir un expediente por violencia sexual contra una menor cuando la madre o padre acude a solicitar información, negarle la asesoría jurídica o no ofrecérsela a quien lo requiere por plantear una problemática donde hay violación de derechos.
El alcance es grave. En general en el país la percepción de la ciudadanía es que acudir a una institución no le representa o ha dado alguna alternativa, y por el contrario encuentra una serie de obstáculos como respuestas negativas constantes. Servidorxs públicas entrenadas para decir: no se puede, así no es, pero nunca para dedicar la décima parte del tiempo que emplean para explicar por qué no se puede o postergar la atención, para ofrecer una alternativa. No importa ante quién o quiénes acuda, la respuesta será más o menos la misma. La percepción de la ciudadanía es que nada pasará, nada se resolverá, que tramitar algo implica tener mucha paciencia, voluntad o recurrir a un “contacto” para avanzar algo.
Lo grave de la violencia institucional es que deriva en violaciones a los derechos de todas las personas, a un Estado inexistente desde sus propias instituciones que al negar ser solución se convierten en obstáculo; en la omisión violan o contribuyen a agravar la condición, postergan, retrasan, impiden, niegan el acceso a la justicia, lo aplazan o simplemente contribuyen a que otrxs actores ocupen ese vacío con violencia directa.

Es un reto a la paciencia, pero hay que insistir, buscar, tocar puertas, presionar, promover quejas contra servidorxs públicos que omitan o que violen los derechos de la ciudadanía, demandar las sanciones correspondientes. No tolerar que sean cambiados de un sitio y puestos en otro, como ha ocurrido con docentes cuando son acusados por violencia sexual. La tarea es hacernos todas y todos defensorxs, presionar lenta pero constante hasta formar una ciudadanía que demande al Estado cumplir, e investigar y sancionar la violencia institucional.

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