Argentina
Casanova
No, no es una redundancia. La globalización que advirtiera Marshall
McLuhan hoy tiene características de pandemia en todos los sentidos, ya no solo
es el acto comunicativo del mensaje, sino de realidades o irrealidades que
terminan siendo el mensaje que lo mismo se oculta, se disfraza o se pretende
normalizar, como se ha hecho con la violencia, la pobreza, la explotación y el
calentamiento global (mercadológicamente llamado “cambio climático”).
Eufemismos de hechos inocultables cuyas condiciones nos alcanzan.
En medio de esa globalización hasta las cosas positivas, como
el deporte, alcanzó un precio y se han vendido y contribuyen de una u otra
forma a un mercado global de enajenación y de trivialización… como ocurre con
el fútbol.
Más allá de asumir una postura de rechazo absoluto y
descalificación como argumentó Jorge Luis Borges, pero tampoco con el discurso
de Eduardo Galeano, harto difundidos en las redes sociales, sin duda el fútbol
es algo más que un deporte en estos tiempos. En revistas impresas se señala que
hoy como nunca el fútbol ha cobrado una afición y audiencias, un público
mundial para un deporte que cada vez se vuelve más “global”.
Y es en medio de esa
efervescencia que nos damos cuenta que pasaremos a la historia como la
generación que miraba la televisión mientras un pueblo era reprimido afuera de
los estadios... como alguna vez ocurrió en otros hechos que hoy avergüenzan a
la humanidad. Aunque eran otras cosas las que distraían. Basta recordar esas
notas de las clases de historia de las sociedades que con su silencio cómplice
permitieron la desaparición de personas a manos de las dictaduras, de esos
pueblos que denunciaban a una etnia o grupo para ser enviados al patíbulo… hoy
ni siquiera necesitan que tengamos una acción, solo nos piden la indiferencia,
plantarnos frente a una pantalla y olvidarnos de todo lo demás.
A los aficionados le ofende que nos disguste la enajenación
por el fútbol, nos llaman intolerantes, y la realidad es que el fútbol como
deporte es lindo, pero como negocio es un cochinero, como razón de
nacionalismos absurdos patrioteros peor, como alienante una joda, pero más
triste es que un país esté en protesta con calles llenas de personas que
demandan servicios y todxs prefieron mejor pensar en el milagro económico de
Brasil y olvidarse que como en Inglaterra, un día los pobres salieron a la calle
y mostraron el mundo real en todas partes: la desigualdad. El fútbol en las
calles, como cascarita callejera, como un encuentro de amigxs es lindo, pero el
negocio de la FIFA es mercadotecnia pura y además misógina.
Es difícil sustraernos a la “fiebre del mundial”, las calles
llenas de gente mirando el partido, gritando, estremeciéndose, sonriendo,
acunando una esperanza de un triunfo de la selección, ¿de un triunfo para el
país? y bajo esa idea es que las personas viven la ilusión de que algo bueno
sucede si los jugadores anotan un gol o un portero ataja un gol. Vivimos en un
sistema de símbolos y valores construidos mediáticamente en los que el deporte
se ha convertido en una forma de “batalla sin armas” en las que un país puede
sentir por un momento que vence al poderoso en la cancha… al menos eso han
creído los países latinoamericanos cuando se enfrente a los poderosos del G8.
No es un rechazo al deporte, los fanáticos del mundial tienen
que admitir que el mundial dejó hace mucho tiempo de tratarse de una cuestión
deportiva. Cuando asesinaron a un jugador colombiano hace algunos años, cuando
los futbolistas se convirtieron en máquinas de dinero para las marcas. No dudo
que el sueño de los jugadores sea auténtico en alguna medida, que tengan sueños
y esperanzas de representar a su país, de entrar a la cancha sabiendo que hay
un país entero mirándolos por la pantalla.
Pero acaso podemos detenernos a pensar, a escribir, a
reflexionar un poco sobre cómo pasaremos a la historia frente a los hechos que
hoy se ocultan de los medios de comunicación por las protestas en Brasil, los
presumibles asesinatos y desapariciones de personas en zonas marginadas, de las
millonarias inversiones en estadios y no en obras en Brasil, la opción es
buscar información diferente, de las violaciones a los derechos de los pueblos
indios y de las ganancias insultantes de la FIFA a costa de la pobreza de
otres.
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