El tendedero

sábado, 16 de septiembre de 2017

El arte y la violencia contra las mujeres/Argentina Casanova

El arte y la violencia contra las mujeres

Argentina Casanova

"Demandamos que los daños que eran tradicionalmente entendidos como parte del comportamiento inevitable que hacía que "los muchachos tienen que ser muchachos", tales como la violación en una cita amorosa o el acoso sexual, sean reconocidos como serios actos lesivos contra la mujer. (…) el feminismo convoca a que re-imaginemos nuestra forma de vida de manera que podamos "ver" de otra forma, él necesariamente involucra apelar a la ética, incluyendo el llamado para que modifiquemos nuestra sensibilidad moral".Drucila Cornell




El torso desnudo. De espaldas, el cabello sujeto en una trenza. El fuete, fálica extensión del cuerpo del omnipresente varón –brazo y mano que sujeta el látigo. Imagen en blanco y negro que busca dar sutileza al significado.
“Cástigame, pero déjame leer”. Cartel de una Feria de Libro.
La respuesta es llamar “censoras, victimistas y autoritarias” a las feministas que denuncian. ¡Al ladrón, al ladrón! gritan quienes defienden el cartel, o la canción, o la exposición en algún lugar, o la instalación en contra las feministas.
Las feministas también producen arte, lo hacen, sí, lo exponen, hacen propuestas y algunas se confrontan a sí mismas su forma de expresión y lo que expresan. El contenido, la forma, la palabra y el destino.
No es la censura al arte. No, el arte nos interpela como personas, pero ¿es arte si es violencia contra las personas?, ¿las mujeres son personas? Y por otro lado la pregunta ¿puede el arte salvarnos de la violencia?
¿Hay arte libre de la imbricación social de la violencia que naturaliza  la objetización de la mujer y la nulificación del yo femenino?, expresión inserta en la sociedad patriarcal y violenta, difícilmente puede deshacerse de esta disposición moralmente válida de aceptar la violencia contra el cuerpo de la mujer. Es el universo de sentido.
Dice Slavo Zizek: la violencia simbólica no se da solo en casos de provocación y de relaciones de dominación social reproducidas en nuestras formas de discurso habituales: todavía hay una forma más primaria de violencia, relacionada con el lenguaje como tal, con su imposición de cierto universo de sentido.
Puede o no la expresión entonces sustraerse al influjo de ese sistema de símbolos y significados que sostienen el andamiaje de la violencia contra las mujeres naturalizada desde un sexismo automático.[1]
“El hombre concibe una sexualidad imaginaria para la mujer,[2] el cuerpo imaginario de la mujer se reduce a un objeto que solo sirve para motivar las fantasías sexuales de un observador masculino. (…) No obstante, esta escritura una intención que no disimula la hostilidad y el odio masculino contra la mujer. En la pornografía se deshumaniza y falsifica a la mujer. Se deshumaniza al presentarla como un objeto y se falsifica al sugerir que la mujer experimenta placer al ser maltratada y humillada.”
Es el orden simbólico, ordenamiento del logos que construye el hombre-Dios y que es para los otros, las otras, ahí se sostiene la proyección de una sexualidad imaginada, de ahí el “deseo de ser violada”, el deseo de ser golpeada y sodomizada que el colectivo sostiene como verdad para la mujer. Verdad impuesta.
Esto conjunto de comportamientos que son el pan de cada día, se hace legal, es la “argamasa que sustenta la estructura jerárquica del mundo, cómo podemos cambiar la noción del arte si las leyes no consideran delito la violación y otras actitudes sustentadas por “la moral dominante”, una moral patriarcal.
Parafraseando a Segato, el sexismo tiene una añeja vigencia en la sociedad se imbrica con la historia de la humanidad lo cual, “trae consigo el imperativo de sospechar de la claridad de nuestra conciencia y nos induce ineludiblemente a  un escrutinio cuidadoso de nuestros sentimientos, convicciones y hábitos más arraigados y menos conscientes respecto a las personas negras (las personas oprimidas, en este caso –las mujeres-) desvalorización, objetización, la agresión verbal, gestos, actitudes y conductas opresivas. El arte, los artistas, ¿pueden sos-tener un orden simbólico diferente?


[1] Rita Segato, Las estructuras elementales de la Violencia
[2] Guillermo Weiz, Dioses de la peste, 1998

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