El tendedero

lunes, 5 de mayo de 2008

Audiencias críticas para los medios de comunicación


Argentina Casanova

La sociedad mexicana ha sufrido un proceso de transformación paulatino aparejado al cambio que tuvo la vida democrática, en ese crecimiento la formación de la opinión pública estuvo fuertemente vinculada a los medios de comunicación que contribuyeron a la formación de conceptos e incluso a fortalecer los estereotipos con los que se forman los juicios o prejuicios hacia las personas, ideas de lo que son las clases sociales y cómo se espera que pueden o deben ser.
En gran medida la televisión influyó a través de los programas de televisión que por décadas se han transmitido, principalmente a través de televisión abierta que hasta hace poco era la opción que única opción y que aún lo sigue siendo para quienes no cuentan con el servicio de televisión por cable.
Durante mucho tiempo la idea de cómo era la familia mexicana y la propia identidad de los mexicanos se forjó el extranjero, precisamente a través de los “estereotipos” claramente fijados a través de programas de televisión, películas, comerciales y/o noticias que trascendían del plano local y nacional.
En el caso de la televisión estos estereotipos fueron creciendo y fortaleciendo hasta ser superados por la verdadera forma de ser de los y las mexicanas, quienes construyeron su identidad y su actitud adaptándose a una realidad distinta a la que se proyecta a través de los programas que hoy podemos ver, específicamente de las telenovelas que sólo reproducen roles y estereotipos que no corresponden para nada a la mujer mexicana.
Pero no solo se trata de las telenovelas o las series de televisión mexicanas que se encargan de reproducir la idea de una mujer que ya no se ajusta a la realidad, también han puesto su granito de arena los comerciales que en la mayoría de los casos utilizan a la mujer como una imagen cosificada, casi convirtiéndola en un objeto más de consumo teledirigido a los hombres que reciben el mensaje distorsionado y que para nada corresponde a las mexicanas de la actualidad.
Pero los medios de comunicación, radio, televisión y la misma publicidad no cambiará esos conceptos aunque distorsionen la realidad, en tanto no haya una ciudadanía crítica y dispuesta a exigirles cambios en su programación por ofrecerles productos que no son bien recibidos, o lo que es peor que sólo contribuyen a forjar imágenes negativas de algún sector de la población, de las mujeres, de los trabajadores, por las preferencias sexuales o por la condición social.
Nada más basta revisar la barra de telenovelas que se transmiten a diario y que llegan a millones de mexicanos y mexicanas, para recibir historias en las que sólo se puede apreciar que una mujer sólo es exitosa en la medida en la que logra que un hombre se fije en ella y pueda consumar su matrimonio –eso sí, sacrosantamente ante el altar-. En el peor de los casos como la historia que se transmite actualmente “Las tontas no van al cielo”, después de la polémica por el título original discutido ampliamente por un grupo de mujeres que se opusieron, son ellas las que deben mentir, falsificar, ser deshonestas y recurrir a todo tipo de artimañas para poder alcanzar el éxito y la aprobación social, y claro con ello viene el anillo de compromiso o la posibilidad de ser completamente feliz sólo mediante la presencia de un hombre a su lado. Por aquello de que una mujer sin hombre, es una mujer sola.
Y si faltaba algo más, la publicidad lo completa. Ahí están vendiéndose aceite para auto y la modelo en minúscula ropa, eso sí, escultural, rubia o de belleza exótica, dispuesta y sonriendo feliz para ofrecer el producto que no va dirigido a las mujeres sino a los hombres. Al menos suponen que ellas no cambian el aceite de sus vehículos y dan por sentado que sólo el género masculino apreciará ese tipo de comerciales.
La sociedad que recibe esos mensajes pocas veces protesta. Pocas veces exige que no se difundan imágenes en las que la mujer aparece como un objeto sexual o meramente decorativo, y en el peor de los casos nadie parece hacer caso a los conceptos que se presentan en cuanto a los roles dentro del hogar
Formados por la industria del entretenimiento, los estereotipos parecen haberle hecho daño a la sociedad en la medida en la que se percibe un ambiente de violencia hacia las mujeres y las niñas, en una sociedad en la que ellas son victimizadas, violadas, vendidas o discriminadas.
Si las mujeres mexicanas han logrado cambiar, ahora toca el turno a los medios de comunicación, y esto sólo será posible mediante la formación de audiencias críticas que cuestionen y exijan a los medios de comunicación que se transmitan mensajes claros y en los que no se discrimine ni a la mujer ni al hombre. No se trata de defender a alguno en especial, sino que ambos sean respetados en sus diferencias y que lo femenino y lo masculino como características sociales y culturales no estén basadas en el prejuicio y la discriminación, o no constituyan elementos de desigualdad entre las personas.
Si la sociedad mexicana ha cambiado justo es que los medios de comunicación y los mensajes que en ellas se transmiten también se modifiquen, si no se ajustan a la realidad social se irán rezagando y pueden perder audiencia como ha ocurrido con algunos programas que son rechazados por su contenido, algo medible en el raiting y en el apoyo de los anunciantes finalmente.
El proceso de educación y formación de las audiencias también requiere de tiempo, pero en esta tarea los comunicólogos ocupan un lugar preponderante, pues son ellos los que pueden y deben analizar los contenidos temáticos con una visión responsable para ello se han formado organizaciones civiles y entidades como las defensorías del televidente que se encarga de cuestionar a los medios que irrespetan a sus televidentes o la audiencia.
Aunque la mayoría de las televisoras aún no cuentan con esta figura de “policía” que defiende al televidente, ya hay algunos experimentos democráticos en este sentido en el Canal 22 y canal 11, ambos de corte público e institucional, pero algo es algo. Y en alguna medida Televisa ha mostrado interés en estos temas precisamente para no descuidar sus intereses económicos y en aras de atender la demanda de su teleaudiencia que cada vez parece estar más interesada en otro tipo de programas.
Viéndolo así, la solución la tienen los ciudadanos, no sólo al encender su aparato de televisión y con el poder del control remoto, también en la emisión de opiniones o cartas que se envían a la programación para decidir sobre lo que quieren o no ver; sólo así las mujeres y los hombres pueden decidir si aprueban o rechazan lo que se les presenta y no “digerirlo” sin protestar ni decir nada.


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