El tendedero

sábado, 21 de febrero de 2009

CUARTO PODER: La fortaleza de los pobres

Argentina Casanova

Nunca como antes la riqueza de los países “subdesarrollados” de América Latina ha significado tanto atractivo para las grandes potencias como ahora. Y basta revisar el mapa mundial para darse cuenta del momento que se vive en la geopolítica y que en gran medida tiene efecto sobre la realidad que viven los estados nacionales de los países hermanos de la región y el propio México.
Por un lado tenemos a una Europa envejecida, sin recursos naturales, sin territorio y sin energéticos, con un alto nivel de vida que difícilmente podrán mantener al ritmo que tienen actualmente son una crisis mundial económica y alimentaria como la que viene, por otro una potencia herida como Estados Unidos cuyos ciudadanos afrontan una situación crítica de endeudamiento que ha minado a sus instituciones bancarias en el peor momento de la economía mundial.
Este momento ubica a la región latina como un territorio de interés potencial para esas grandes naciones que prevén una crisis próxima, un colapso si no encuentran una salida inmediata a sus problemas de recursos naturales, y el camino no es precisamente una compra solidaria de materias primas a América.
Desde que América fue descubierta la visión en Europa fue de que se había encontrado el Edén, desde Colón hasta los posteriores conquistadores las imágenes de abundancia y exuberante naturaleza condujeron a ideas de que aquí lo que sobraba era lo que a ellos les faltaba. Todo lo da esta región en abundancia, más allá de la imaginación, más allá de las predicciones y las necesidades.
América Latina se convirtió entonces en el botín de la España conquistadora que posteriormente, con los movimientos de independencia que festejan su bicentenario en muchos de los países latinoamericanos en 2010, empezaron a surgir los estados nacionales y con ello la autonomía de la vieja Europa. No obstante la ambición de otras naciones por los recursos naturales empezó un movimiento de invasiones que lastimaron a muchos países, incluyendo a México.
Después de que nuestro país perdiera 2 millones de kilómetros cuadraros –más de la mitad del territorio- a manos de la invasión gringa. El monstruo que empezaba a dar muestras de su ambición por el territorio de las nacientes naciones latinoamericanas y que tan acertadamente los pensadores identificaron como el “tigre” que amenazaba si no se fortalecían los países o se unían para apoyarse. Pero la amenaza –ayer como hoy- no solo la representaba Estados Unidos de Norteamerica, también lo fueron países que buscaban ampliar sus imperios más allá de la lógica de sus fronteras.
Porque para ellos no existe la lógica de sus territorios.
Desde esta visión no debe sorprendernos lo que está ocurriendo en el mapa latinoamericano. Basta mirar hacia Venezuela que ha sufrido un deterioro en su democracia y en la vida interna, pero que también ha procurado los vínculos más allá de las tradicionales dependencias y vínculos con la civilización occidental –Europa-Estados Unidos, para fortalecer en cambio sus relaciones con Rusia y China, las potencias alternativas que permanecen a la espera del cambio en la geopolítica mundial.
Estos hechos que a últimas fechas han ocupado las cabezas de los periódicos en todo el mundo, representan una estrategia de defensa, similar a la que han adoptado los países del cono sur, que en bloque decidieron construir conjuntamente armas para una posible defensa.
Argentina, Brasil y Chile están conscientes de la importancia de la defensa de su territorio. No tienen como México a un vecino dispuesto a defenderlos, que –creo- esa es la única razón por la que nuestro país no se preocupe por una invasión en estos momentos. En cambio a otros sí les preocupa el interés que demuestra Inglaterra por los recursos naturales de la Patagonia y por el petróleo de Venezuela.
Además de tener un vasto territorio los países latinoamericanos tienen una enorme cantidad de recursos naturales, solo basta mirar a México que es una de las naciones consentidas por su exuberante vegetación, por sus atractivos turísticos, además de su enorme riqueza cultural y la presencia de energéticos.
Si a esto le sumamos que en Latinoamérica no le tenemos miedos a las crisis, pues nos hemos acostumbrado a vivir, sobrevivir, superarlas y sobreponernos a ellas, una amenaza mundial no nos toma por sorpresa. Aunque no se trata solo de la costumbre, sino de una fortaleza interna que poco a poco se ha ido construyendo derivada de la experiencia de esos momentos críticos.
Y tal como lo han reconocido algunos economistas destacados, Estados Unidos e Inglaterra se aplican “recetas” prohibidas para los países latinos, porque no podemos olvidar que siempre han tenido injerencia a través de las políticas de los bancos mundiales y de las organizaciones de financiamiento, o simplemente como “los prominentes” preocupados por las naciones en vías de desarrollo.
Tener conciencia de esta condiciones que viven los países nos ayuda a comprender porqué hay un panorama diferente al que viven las potencias que se sacuden ante la avanzada de nuevas naciones que se perfilan en la economía mundial. Este es el momento en el que tener poder en papel ayuda de poco frente a una creciente necesidad de recursos energéticos y diversificación de inversión, de ahí que México tenga una fortaleza en las opciones que ofrece al extranjero en sus proyectos turísticos, y la importancia de la reforma energética.
Nunca como antes fue tan exacta la visión de los pensadores latinoamericanos que consideraron necesaria la unidad, el apoyo y la comunicación entre los estados nacionales de la región andina, Centroamérica y México, hacia donde conviene mirar a nuestro país para ver más de cerca las alianzas que se están tejiendo en estos países, e incluso para informarnos de lo que está ocurriendo y el efecto que tendrán las decisiones que ahí se tomen en el resto del continente.
Tenemos que aprender a no temer a la crisis en Estados Unidos y confiar en la experiencia y la fortaleza que hemos adquirido en tantos años en los que México ha resistido sus propios errores, y buscar nuevas alternativas de crecimiento visualizando la importancia que tiene el territorio y los recursos naturales, el enorme potencial de los países “pobres” como insisten en llamarnos las grandes potencias. Pero no dejarnos abatir porque otro país está en crisis.

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