El tendedero

domingo, 14 de junio de 2009

CUARTO PODER: La inutilidad del voto nulo

Argentina Casanova

Por estos días una campaña avalada por algunos “ex algo” pretende que el próximo 5 de julio los ciudadanos acudan a votar y emitan un voto nulo; es decir, exhortan a la ciudadanía a que tachen la boleta electora en el espacio en blanco con el propósito de expresar su inconformidad con quienes fuero postulados en este proceso. Incongruentemente esto es sugerido por gente que ha obtenido cargos representativos vía “voto ciudadano”.
El llamado al voto nulo pretende inconformar, mostrar algo que ya se sabe, que un gran porcentaje de los ciudadanos se ha decantado y desilusionado de los personajes que llegan a ser postulados por los partidos políticos, al punto que no quisieran votar por ninguno de los “abanderados”. En cualquier otra circunstancia esto podría ser una propuesta que hallara eco en un gran porcentaje de los ciudadanos que tienen conciencia del sentido de responsabilidad que los lleva a las urnas cada proceso electoral, pero que no simpatizan con los candidatos de los partidos fuertes, pero si a eso se le suma el abstencionismo que se espera en todo el país –en Campeche algunos estiman alcance el 65%, el más alto en la historia-, entonces la propuesta parece más un llamado a la irresponsabilidad o lo que un pensador mexicano llamó predijo era “la existencia hueca y decorativa de nuestras instituciones democráticas”.
Radical y en algunos temas polémico, Martín Luis Guzmán postuló la enorme deficiencia que entonces –hacia 1915- teníamos los mexicanos, y que me parece viene siendo la misma hoy día: la falta de compromiso por el voto, y esto no quiere decir tácitamente que no acudamos a votar el día de las elecciones, ni mucho menos que anulemos la boleta para seguirle la corriente a gente que llegó al senado, a la cámara de diputados y a otros espacios gracias al voto ciudadano. Creo que eso de no comprometernos con nuestro voto va en el sentido simple del que hablaba Guzmán, en el saber defender nuestro sufragio más allá del día de las elecciones, esto es: seguir el curso del voto y defenderlo en la presencia de quienes sean elegidos, reclamar aquel a quien se le dio el “voto de confianza” y hacerlo cumplir su palabra mediante la presión ciudadana, porque tan responsable es el “votado” como quienes votaron por él para que sus promesas se cumplan.
Visto así un llamado al voto nulo implica un llamado a evadir la responsabilidad de elegir a algún candidato, de decidir, confiar en alguno y con ello tener la tarea posterior de hacerlo cumplir sus propuestas con un poco de valor y participación ciudadana que tanta falta nos hace a los mexicanos.
En primer instancia podría parecer una idea brillante, pero sencillamente un voto nulificado no sirve para nada, a fin de cuentas la elección será efectiva y así lo han dicho los representantes del Instituto Federal Electoral que raudos y veloces salieron con una pésima campaña de promoción al voto para exhortar a los ciudadanos a emitir el sufragio. A todo esto, entonces la pregunta que salta es ¿por quién votar? Esa es una respuesta que cada ciudadano debe asumir, hacerse responsable de una preferencia, evaluar los pros y los contra, y los re contra contras. Hacer un balance y determinar qué es lo que hemos hecho como ciudadanos en cada proceso electoral, porque vale repasar que nos hemos dejado llevar por los bipartidismos descuidando las opciones que nos brindan otros partidos que a veces tienen la puntada acertada de “postular” a gente que realmente representa una opción por su trayectoria personal, por ser “candidatos ciudadanos” y entonces les damos la espalda. Nos vamos con la cargada de los votos mayoritarios para un postulado de alguno de los de mayoría aunque sean las propuestas de gente sin trayectoria profesional, académico y mucho menos con representatividad.
En vez de apostarle a la confianza a las propuestas frescas y considerar analizar nuestro voto y asumir la responsabilidad que emitirlo conlleva, ahora se nos dice que es más fácil evadir esa tarea y no decidir, no asumir que somos ciudadanos adultos para tener una “elección”, claro está analizando las propuestas y perspectivas que nos brinda cada uno de los aspirantes.
El voto nulo es inútil, ocioso, pero también es irresponsable, inmaduro, refleja incapacidad para elegir, para decidir, e igual para tener el suficiente valor de defender el voto y obligar a los servidores públicos a cumplir con su responsabilidad.
Parafraseando a Martín Luis Guzmán, “para los mexicanos, el discernimiento es un juego –juego que poco practican- y como gente que piensa poco, ignoran que nada hay más difícil que manejar las ideas”.
Hemos dejado dormir nuestra conciencia, nuestra capacidad de discernir y elegir, de ser adultos y maduros a tal punto que cuando lo hacemos –en las elecciones- lo hacemos como nos lo dicen los medios, las paredes con pintas o un cartel, pero pocas veces porque reflexionemos acerca de lo que eso significa, de asumir la responsabilidad de darle a una persona el poder de decidir sobre el futuro de una comunidad, o en el caso de los legisladores de tener mi voz, de ser mi voz en el Congreso de la Unión, donde se supone que debe dar voz a mis intereses y preocupaciones antes que a la de los partidos que los postulan.
Lo que toca es asumir la responsabilidad de que al votar somos también responsables de lo buen o mal gobierno que pueda encabezar una persona.

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