De porqué me hice feminista desde niña
Argentina Casanova
Argentina Casanova
Me pinto porque así me dignifico como bufón.Estoy repitiendo/continuando un acto primitivo.Es como pintar búfalos en la roca.Y ya no hay cuevas ni búfalospero tengo un cuerpo para texturizarlos a mi gusto
Contradicciones ideológicas al lavar un plato/Kyra Galván
Contradicciones ideológicas al lavar un plato/Kyra Galván
A la mayoría de las mujeres les hace ruido que las llamen feministas. Incluso a las que se dedican al activismo por los derechos de las mujeres, solo con los años -con la madurez quizá- es que el término se asume con orgullo, pero sobre todo con respeto y compromiso.
La personalidad se define con el tiempo, pero nunca deja de formarse, solo con la muerte se termina ese proceso en lo que se refiere a la vida, en esa concepción contemporánea, pero es desde los primeros años de la vida cuando se dan los elementos que a la postre irán definiendo aspectos fundamentales en la individualidad.
Como periodista aprendí a desaparecer de mis escritos, cosa que se deja a la poesía, pero cuando surge la inquietud de opinar se vuelca el yo en los artículos de opinión, si no de matera tácita, sí como una voz en el texto más clara, hasta aparecer irse perfilando un discurso escrito en el que se vuelcan distintos aspectos.
Ya bien –y mucho más específicamente- lo ha dicho Mijail Bajtín con el concepto del dialogismo: los discursos tienen implícitos los discursos que les han precedido antes, las palabras “llevan en sí el rumor de las voces que las han hablado antes”, y dicho esto es fácil entender que muchas veces –nuestra voz- reproduce los discursos de la sociedad en la que vivimos, de las familias de las que provenimos, de los barrios y calles, pero también de la forma como hemos asimilado todo eso en el proceso lenguaje-pensamiento-realidad, así como del campo de experiencia particular desde nuestra individualidad.
Y al igual que la personalidad, nuestro discurso se va modificando con el paso del tiempo, se perfila, se define, se clarifica y se nutre de nuevos conocimientos, y otras veces se identifica con otros pensamientos o corrientes que le han precedido, se suma y adhiere a otras corrientes: como en mi caso al feminismo con todas sus letras.
Asumirse feminista para quien cree en la equidad entre las mujeres y los hombres no es cosa fácil ni se da de la noche a la mañana, pero al igual con otros aspectos de la vida se asume con todas sus consecuencias: con todo lo que implica con sus distintas tendencias y posibilidades, pero sobre todo se busca llegar a la congruencia mediante la asunción del discurso como una forma de vida.
“Dar hasta que duela”, lo mismo puede hacerse con una forma de vida, con el discurso feminista, mirarse con ojos críticos y saberse desinformada en muchos temas, saberse responsable de muchos otros, comprometerse con acciones más allá de las instituciones, y aún más decidirse a apoyar causas que parezcan perdidas, las la moral o la moda pongan en tela de juicio o cuestionen. Asumirse vocera de todas las causas, hablar a nombre de todas, darle voz a las que no la tienen, marchar y caminar junto a las que buscan hacerse ver y escuchar. Dar y renunciar a los prejuicios, los atavismos, las etiquetas, los miedos, las frustraciones, las experiencias personales, los esquemas aprendidos, los códigos recibidos.
Pero sobre todo y difícilmente entender lo que implica la sororidad hacia otras mujeres y hacia las causas de las mujeres.
No basta con estar en una institución de mujeres, o asistir a los eventos públicos de las mujeres, hace falta ser y estar en las causas menos populares y hacerlas propias, apoyarlas aún en contra de quienes las tilden innecesarias; porque mientras los derechos de una sola mujer no sean respetados, esto será motivo para que todas y todos lo exijamos.
Porque es nuestra la causa de la ILE (Interrupción Legal del Embarazo), defender y aclarar que no se es “abortista” sino que se reclama el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo. Como es causa de las mujeres visibilizar a las que nadie quiere ver y sabernos iguales en la lucha junto a la que defiende su derecho a ejercer su sexualidad libremente y sin complejos.
Y de mí, de saberme y decirme feminista es fácil encontrar argumentos: me hice feminista porque fue fácil viniendo de un hogar matriarcal donde las órdenes las daban mujeres y los hombres –mis tíos- eran visitas extraordinarias en la casa.
Porque vivía en una calle donde las mujeres crecían solas a sus hijos, viudas, divorciadas, abandonadas, madres solteras y solitarias mujeres que envejecieron entre cuatro paredes, usando la palabra “señorita” como escudo protector frente a otras mujeres, como candado en la puerta para evitar intromisiones de extraños, como paño de lágrima a sus soledades bien justificadas.
Hacerse feminista como quien elije un vestido o un pantalón en una casa donde se era lo suficientemente fuerte para cargar bloques, pero no era de “señorita decente andar tantas horas en la calle” aunque fuera por horas de trabajo sumadas a la escuela. Por saber que el cáncer de seno les carcomía el pecho como el alma a otras mujeres y ese rumor infame de las que ya no son señoritas sin haberse casado, por las que “se quedaron secas y no sirven” como pieza descompuesta después de una histerectomía. Por ese rencor apagado en el pecho de una mujer sola contra otra mujer que nunca la conoció y sólo cometió el imperdonable pecado de enamorarse de un hombre que se sabía comprometido. Por el derecho de una mujer a amarse a sí misma como a otra mujer.
Cómo no hacerse feminista en un tiempo en el que ya no hay que ir al Convento para estudiar o escribir poemas, pero en el que son los hombres los que dicen si es buena o mala la poesía si se apega al modelo del canon patriarcal dictada por ellos.
Me hice feminista porque este 25 de noviembre están las mismas causas para demandar la eliminación de la violencia hacia las mujeres, sobre todo las que ejercen la prostitución para ganarse la vida, por la que sufren las niñas yendo en las carreteras solitarias camino a la escuela, por el hambre silenciosa, por la callada voz de las que no saben leer y escribir por un país que no garantiza la equidad a sus ciudadanas.
Porque la violencia no sólo es el golpe del esposo o la pareja, también lo es pensar bien qué ropa ponerse para salir a la calle y tolerar a los que creen que dicen piropos, por el derecho que tiene cada mujer a vivir su vida como mejor le parezca y si Dios mismo no baja del cielo a decirle qué hacer con su vida, cómo puede una sociedad tomarse el derecho de legislar sobre los cuerpos femeninos y asfixiar el libre albedrío.
De todas las formas de saberse o hacerse feminista: la violencia es la causa más concreta de que se elija militar en un activismo feminista más allá de los partidos, los protagonismos o las disciplinas. Porque hoy más que nunca hacerse feminista tiene más sentido para defender el derecho a pensar, hablar y a escribir de los temas que nosotras consideremos importantes, por ese derecho a construir nuestro propio lenguaje y un pensamiento femenino en una sociedad en la que hasta ahora sólo existen códigos de comunicación producto de un sistema patriarcal. Porque me voy a los extremos y prefiero las palabras que suenan en femenino. Porque “Debe haber otro modo de ser humano y libre/otro modo de ser”.
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