El tendedero

miércoles, 3 de marzo de 2010

CUARTO PODER

Lo común es lo extraordinario

Argentina Casanova

El día se pinta catastrófico. Cada día amanece una noticia que nos confirma que algo está pasando en este mundo-habitación que todos ocupamos. Quizá se le olvidó a la mayoría que eso iba a ocurrir al ritmo de la contaminación, la explotación de los recursos y un esquema de explotación de los recursos naturales casi voraz.

Recuerdo cuando leí en un folleto de la entonces “Sedue” una frase que lo sintetizaba todo: “Nosotros no heredamos la tierra de nuestros padres, la tomamos prestada de nuestros hijos” cuando nos disponíamos a realizar un trabajo en equipo que nos obligó a investigar todo lo posible acerca de la contaminación y sus formas. Posiblemente estaba en secundaria y mis compañeras escolares aprendimos en esa investigación más de lo que esperábamos. Supimos que las latas de aerosol contenían un producto que estaba destruyendo la capa de ozono, que las baterías generaban altos niveles de contaminación, que el plástico era reciclable y que el petróleo era un recurso no renovable que ocasionaba en gran medida la polución que imperaba en el mundo.

Hoy, años después, todo eso que leía como un pronóstico catastrófico está ocurriendo. Y no es la excepción. Todos los días surgen noticias en todo el mundo que al principio sorprendían porque nos hablaban de una realidad que imaginábamos lejana: el fin del sistema tal y como lo conocíamos.

Hoy lo común es lo que antes nos parecía extraordinario. Un temblor de 8.8 en la cordillera sur de los Andes, un desmantelamiento lento de la superficie terrestre. Tiembla en Haití, en Argentina, en Perú, el mundo se llena de Tsunamis que de manera ilógica y extraordinaria ocasionan la muerte masiva de miles.

Europa recibe tormentas que lo mismo le ocasionan heladas que inundaciones insólitas, como no se presentaban nunca en su territorio y extrañas en esas latitudes.

Los pronósticos del deshielo se hacen más sólidos con el desprendimiento de icebergs tan grandes con el tamaño de islas. La historia de la humanidad se fragmenta con la misma prisa con la que se hicieron tantas historias para el cine, con esa avidez extraña por imaginar catástrofes, distintas formas del fin de la humanidad.

Primero se imaginó que sería en el 2000, año en el que se terminaba el siglo XX y en el que se esperaban grandes cambios ligados a la historia de la humanidad. Y el tiempo llegó sin grandes aspavientos pero día a día hemos ido siendo testigos de un cambio substancial en la Tierra, el lugar que todos habitamos.

No se trata de una historia imaginada para un guión cinematográfico. Es el día a día que se lleva las certezas del mundo que conocimos y trae en cambio una historia de un mundo inestable, descompuesto, en el que lo cotidiano es el desorden, lo que parecía difícil que ocurriera, lo que nadie quería que llegara. Y eso sucede en todos los planos. En México se traduce en una guerra contra el narcotráfico, la corrupción, la apatía ciudadana y la desigualdad. En otras partes del mundo los matices son de desastres naturales y violaciones graves a los derechos fundamentales de las mujeres, los niños y todas las personas.

Qué lejano se ve ese tiempo, esa realidad en la que la ciudad era un lugar tranquilo para la convivencia, donde podían crecer los niños con aire limpio, agua, con la certeza de un futuro y no precisamente ligado a la capacidad económica de sus padres, sino simplemente porque el mundo no se estuviera quebrando a pedacitos.

Pero nada de eso basta para que la gente se decida a emprender en serio el cuidado del medio ambiente, lo cual sigue siendo una tarea que se deja a las autoridades o a los locos “ecologistas”.

Es poca la gente que se compromete. Simplemente eso: comprometerse con hacer algo, con emprender un trabajo, con cuidar el medio ambiente, con la honestidad, con hacer las cosas bien, con tolerar la divergencia.

Vivimos tiempos en los que si bien lo cotidiano pasó a ser algo extraordinario cada vez menos visto, cada vez menos padres jugando con sus hijos y enseñándolos a respetar el mundo en el que viven, a cuidar los recursos naturales, a mostrarles la riqueza natural del lugar en el que viven.

Pero si es poco lo que quiere hacerse por cuidar ese planeta azul, el del agua cada vez más contaminada, el de una superficie explotada y vulnerada por la humanidad, entonces es preferible que la tierra se sacuda todo ese daño y continúe con o sin nosotros.

No hay comentarios: