El tendedero

miércoles, 7 de julio de 2010

CUARTO PODER



EL SALTO A LA EQUIDAD: DESDE UNA ÓPTICA MASCULINA


Argentina Casanova



Los elogios a la mujer ideal no implicaban la condenación de la que no lo era; antes bien, se aceptaba que el destino había marcado un modo de conducta diferente para unas y otras; aun en le caso de la Ahuiani, la “alegradora” que obraba de acuerdo con su oficio y posición social. Lo criticable era que una mujer casada, respetable, señora de familia, adoptara el papel de Ahuiani: “mujer de muchos meneos, desvergonzada… llamativa, llamativamente vestida” (Gonzalbo, 2006). La Ahuiani mujer pública entre los mexicas, tenía su propio lugar en la comunidad. Era aceptada, pero no podía tener una familia. (León Portilla, 1980)

Como ha ratos me decidí autonombrar “mala fama” para colocarme junto a esas mujeres que el Código Penal del estado de Campeche llama así, hace unos días elegí el nombre de Ahuiani.

Aunque se hable de igualdad en contextos normativos vigentes (Ley de Igualdad y otras), no existe tal, aunque haya quienes se rasguen las vestiduras jurando que hoy por hoy las mujeres disfrutan de los mismos derechos que los hombres, como está estipulado en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, por eso sin más preámbulo me permito analizar algunos planteamientos vertidos por hombres que han construido a fuerza de involucrarse en el tema una nueva óptica de la equidad desde una visión masculina.

Se procura la equidad, y quizá en un futuro que avizoramos y deseamos próximo estaríamos hablando de Igualdad, si antes logramos superar y revertir las desigualdades históricas acumuladas en una relación de poder en la que, las mujeres han resultado desfavorecidas y en cambio los varones han disfrutado y padecido en una dicotomía absurda pero vivida.

Pero el planteamiento es ¿cómo se construye ese cambio? ¿Qué es lo que toca hacer a los hombres? ¿Qué es lo que toca hacer a las mujeres? Preguntas que por sí mismas abren infinitas posibilidades de revisión de lo que entendemos como reto, no sólo para las instituciones sino también para las personas –mujeres y hombres- en lo individual para así traducirlo a lo colectivo, desde las relaciones personales de pareja, hasta las relaciones laborales y cotidianas. En un ejercicio de reflexión un grupo de varones que ha trabajado un diplomado en Masculinidad saltan perspectivas que tal vez puedan diferir y en nada coincidir con las de otros varones aún no “tocados por la perspectiva de género”, que conviene aclarar no es cosa de mujeres sino de ambos géneros y así lo perciben aquellos que de manera voluntario se integran, investigan y participan en la construcción de una nueva sociedad equitativa desde un quitarse los prejuicios y los esquemas aprendidos.

El primer concepto que plantean los varones es el de la necesidad de la “transgresión”, es decir de atreverse a ser diferentes, tanto para las mujeres que planteen una nueva forma de ser y para los hombres mismos que transgredan las normas aprendidas y establecidas, estar dispuestos a ser parte de ese grupo que no siga los parámetros patriarcales aprendidos. Que consideren cuestionar lo que se dice del “deber ser” para las mujeres y también para los hombres, aplicable a la paternidad, a la pareja, a la sexualidad, a las relaciones laborales y a los aprendizajes culturales de lo que es “masculino” y lo que no.

El segundo concepto aprendido de ese círculo masculino hablando de lo que falta por hacer para los hombres y para las mujeres, salto el concepto de la Responsabilidad, asumir de manera conjunta ambos géneros la responsabilidad de cambiar las cosas, de aceptar nuevas responsabilidades para los hombres y encarar que durante mucho tiempo han sido las mujeres las que han conseguido los cambios que hoy les garantizan más derechos a ambos géneros.

Cuesta y mucho que haya hombres que reconozcan esto, que sean ellos los que admitan y admiren que ha sido gracias a la lucha de las mujeres que hoy la sociedad disfruta nuevas posibilidades, y ellos hablan de esa enorme responsabilidad de no dejarlas más tiempo solas.

Que si bien hay hombres que ya están comprometidos y participando en una nueva forma de ser como sociedad en la construcción de la equidad, encarar la responsabilidad que les compete a los hombres y no seguir disfrutando de manera cómoda privilegios de un sistema patriarcal.

Pero si un concepto es contundente, ese fue sin duda el la pasividad cómoda frente a la violencia, planteado de manera más concreta como “la violencia de la que yo me beneficio”. Uno de los varones que intervino en el círculo del ejercicio lo planteó en estas palabras, explicando en el contexto que los hombres comprometidos con la equidad de género no sólo son aquellos que participan y dicen que están a favor de los derechos de las mujeres, sino en estar dispuestos a dejar de asumir una actitud pasiva frente a quienes las vulneran como una forma de beneficiarse de la violencia a la que son sometidas miles de mujeres.

El concepto podría sintetizarse así: Revisar si por cada privilegio que disfruto hay muchas mujeres trabajando o padeciendo la violencia de ser invisibilizadas, negadas, explotadas o simplemente desplazadas, y aprovecharse de los beneficios de ello nos hace cómplices”, duro, tajante pero increíblemente cierto. No se puede concebir una sociedad justa si uno de los géneros ha gozado a lo largo de la historia de la negación de los derechos al otro género, de la valoración injusta del trabajo remunerado antes que el trabajo doméstico tan solo para poner un ejemplo

Y siguiendo esta línea, salta un concepto más que se entreteje en el diálogo del grupo de hombres atreviéndose a construir la equidad: “Hacer mío su dolor”, algo difícil pero posible. El aprendizaje académico, apoyado en datos, ejercicios, dinámicas, material bibliográfico y estudios permitió a los varones tener una idea concreta de lo doloroso que es para las mujeres la violencia de sus parejas, de la violencia de la sociedad hacia ellas al quitarles y/o negarles el ejercicio de sus derechos. De ese dolor que las mujeres y niñas han acumulado en una sociedad en la que lo mismo se las viola, se les golpea, que se les vulneran sus derechos humanos aunque el papel diga otra cosa.

De por sí ya es difícil entender y vivir lo que es “hacer mío el dolor de otro”, pero tener claro que hay un dolor ya implica una conciencia de solidaridad y una necesidad de lograr que la realidad cambie, además de tener claro qué es lo que está produciendo ese dolor y qué tipo de dolor causa en las personas.

En el ejercicio hubo un reconocimiento a que han sido las feministas las que han avanzado y dado grandes logros a las sociedades actuales, desde plantear el derecho de las mujeres a la ciudadanía, a votar, a la auto determinación, a la educación, a la participación política

También una aceptación de que es solo con la participación de los hombres como realmente se podrá construir una sociedad equitativa. Muchas otras cosas pueden y harán las mujeres, las feministas, las personas con perspectiva de género, los investigadores, las instituciones pero el cambio ha de venir desde lo particularmente individual a lo general-social.

Porque si bien las feministas impulsaron cambios que las propias mujeres no visibilizaban como necesidades, con el tiempo todas las mujeres disfrutamos de esos logros. A las mujeres nos ha costado muchos años en la historia moderna, pero confiamos en la determinación y participación de los varones en la construcción de una nueva masculinidad que hará posible una sociedad equitativa para mujeres y hombres, y que no se ha de tardar tantos años.

No será cosa de todos los hombres, como tampoco el feminismo fue cosa de todas las mujeres (entendiendo el feminismo no como una oposición al machismo, sino como una corriente de pensamiento capaz de cuestionar el sistema patriarcal en el que las mujeres vivía y se sentían negadas o invisibilizadas), pero ya hay hombres construyendo una nueva masculinidad desde una perspectiva de género, con equidad.


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