El tendedero

miércoles, 4 de agosto de 2010

CUARTO PODER

El sexismo en el lenguaje

Argentina Casanova


Cuando se habla de acciones de prevención de la violencia, así como de su erradicación y sanción todas las personas que estamos conscientes de la necesidad de una sociedad justa y equitativa en la que las mujeres tengan una vida libre de violencia celebramos esas acciones públicas. Sin embargo, el gozo se nos va al pozo con la misma rapidez maníaca con la que nos llega cuando escuchaos desacertados discursos que sólo reflejan desconocimiento del tema, porque las buenas intenciones no bastaron ni servirán en el futuro si no se emprenden con responsabilidad, compromiso, pero también con conocimiento.
Cuesta mucho trabajo, es cierto comprender lo vital que es el lenguaje en la visibilización de la violencia hacia la mujer, y mucho más tener conciencia de cómo el lenguaje puede mostrar o desaparecer a las mujeres incluso en una reunión o en una charla de género. En algunas ocasiones se encuentra más resistencia por los puristas del lenguaje que descartan la feminización de algunas palabras como “Presidenta” o “Médica”, términos de los cuales ya se ha discutido al respecto y que parecen obvios, incluso de parte de quienes trabajan el tema como agenda fundamental cuesta trabajo incluir a las mujeres aun cuando son mayoría y sólo haya un varón en una reunión se opta por la salida más fácil y convencional de decir “todos” y no decir “todas y el compañero”.
Quizá haya a quienes les parezca ocioso, pero no es así. Se trata de revertir desde el lenguaje ese manejo sexista que se le ha dado a la comunicación, excluyendo de la escena pública a las mujeres. Por eso un discurso para hablar de la equidad, de la prevención de la violencia y de la construcción de ciudadanías con equidad requiere de responsabilidad y conocimiento, para saber que la responsabilidad de la próxima generación no está en manos de las mujeres, ni de los hombres.
No son las mujeres las responsables del hogar, no son las mujeres las madrecitas santas a las que haya que venerar, no son las mujeres las incólumes vírgenes prudentísimas, ni piedras angulares de la sociedad. Decirlo, es continuar con 7 mil años de conferir un valor a la mujer para hacerla un objeto a la medida de lo que el otro –el varón- espera de ella y si no lo es, entonces carece de valor, no es una buena mujer y no se encuentra dentro de los parámetros de lo predecible.
Las mujeres son libres de ser o piedras angulares o piedras en el zapato. Así de simple. Y el discurso social tiene que empezar por cambiar si realmente se quiere una sociedad justa y equitativa para las mujeres y los hombres.
No es difícil, pero sí exige modificar nuestra manera de ver y entender la realidad social como lo hemos hecho hasta hoy, sobre todo porque el lenguaje es pensamiento y realidad; las palabras reflejan la realidad y también pueden incidir en cambiarla, por eso el sexismo en el lenguaje es un tema que se asume con mucha preocupación y responsabilidad. Es replantearse el hablar, el pensar y el expresarse, pero es también reconfigurar nuestra forma de ver y entender a las mujeres en la sociedad actual.
Lo fundamental es comprender la importancia de asumir la construcción de una sociedad justa para las mujeres, empezando por visibilizarlas, incluirlas, nombrarlas. Por algo la enunciación de la mujer a través de su palabra es pieza fundamental de la teoría de género y del feminismo, porque ha sido precisamente a través de configurar un yo a partir de la palabra escrita y hablada como se fueron dando los cambios más importantes, la reflexión y la interiorización de qué cambios eran necesarios.
A la mujer no sólo le falta ser vista, sino lo más importante es que ella misma se vea en el espejo, nombrarse a sí misma e incluirse. Ya lo han dicho numerosas especialistas en teoría crítica feminista, que “ella, a diferencia del hombre que no necesita nombrarse porque el lenguaje mismo lo hace por él, ella necesita en cambio construir una forma de expresión que la incluya”.
Decir “todas” no es ocioso, ni es ocurrente y mucho menos es innecesario, es tan fundamental como lo fue para las mujeres que participaron en la creación de la Carta de los Derechos del Hombre, que al sentirse excluidas decidieron hacer un pronunciamiento aparte en el siglo XIX llamado “Los derechos de la mujer”.
Y todas las acciones que se emprendan son bienvenidas, necesarias y comprometidas mucho más, con el conocimiento de lo que significan y lo que representan para las mujeres, así como de sus alcances.

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