El tendedero

jueves, 10 de febrero de 2011

La esclavitud moderna

Por Argentina Casanova.

Nada más actual que la esclavitud, igual que ayer que tanta vergüenza nos causa, hoy día y bajo otros conceptos adaptados a las realidades y con las nuevas víctimas vulnerables por su condición, la esclavitud es más moderna y actual que nunca. Quizá menos visible tal vez que cuando las personas eran retenidas mediante cadenas y grilletes en los pies, o cuando se elegían por el color de su piel o el origen de sus pueblos, pero es tan latente que sorprende cómo se reproduce con la misma facilidad.
Mucho puede decirse del tema, desde que por su posición geográfica México es un país de fuente, tránsito y destino de la trata de personas, que lo mismo son de grupos étnicos de la misma nación, que de otras, o mujeres y niños y niñas migrantes, incluso hombres adultos, jóvenes y ancianos que son explotados por su condición de vulnerabilidad.

Si queremos sentir vergüenza, basta decir que las cifras oficiales indican que al menos hay 20 mil niños y niñas mexicanas que son víctimas de la explotación. Según el gobierno, se origina por la trata cada año, especialmente en zonas fronterizas y turísticas. La mayoría de las víctimas tratadas en el país son extranjeras, especialmente para la explotación sexual comercial son provenientes de América Central, particularmente Guatemala, Honduras, y El Salvador; la mayoría para tránsito, en el camino a los Estados Unidos y, en un grado inferior, a Canadá y a Europa occidental.
El tema no tiene fondo, apenas hace unos días la Procuraduría General de Justicia del Estado confirmó la detención de tres personas que tuvieron en situación de explotación a un joven de la comunidad de Reforma Agraria, a quien no solo golpearon, ataron y obligaron a vender droga, sino que además le restringían los alimentos y obviamente su libertad. Y no terminamos de recuperarnos de la noticia cuando nos llegan datos de la liberación de al menos 50 migrantes que se encontraban prácticamente esclavizados en un estado del centro-norte del país.
Y las notas así van llenado los diarios, mujeres rescatadas con sus niños que habían sido explotadas, mujer que trabajaba haciendo tamales para una pareja en el Distrito Federal, a la que prácticamente tenían esclavizada, la golpeaban, la explotaban y amenazaban con quitarle a su hijo. Y todas tienen algo en común, sin excepción: la terrible y repugnante crueldad de unas personas hacia sus pares.
No cabe duda que sólo la especie humana es capaz de procurar sufrimiento y esclavitud a sus otros pares, si lo hace con los animales no racionales, cómo no iba a sentirse en derecho de hacerlo con otras personas.
Hace años se abolió la esclavitud y cuando se decretó que era ilegal hubo mucha gente que se oponía por la comodidad que significaba tener un “esclavo” o “esclava”, imagínese la enorme tentación de tener a una persona que fuera de nuestra propiedad para hacer y decidir sobre su vida sin que pudiera opinar ni decir nada, demasiado tentador como para no ceder, y ahí están grandes personas de la historia que tuvieron esclavos o esclavas como servidumbre no obstante que fueran de ideas progresistas, liberales y de igualdad, claro pero no para quienes eran sus esclavos.
La realidad es que la sola idea de tener a una persona que no puede ejercer su libertad ni autodeterminación, el solo imaginar la situación como eran arrancados de sus pueblos las mujeres y hombres africanos, como más tarde se lo hicieron a los nativos mayas que fueron prácticamente devastados justificándose en la necesidad de controlarlos luego de la Guerra de castas, cuando eran sacados en barcos con rumbo a Cuba hasta donde eran llevados como esclavos y utilizados para sacar perlas de las aguas del Caribe. Una historia oprobiosa de un México que aún hoy hace exactamente lo mismo aunque con otros fines, ahora se les explota en el campo, en las fábricas, en las maquiladoras y en los burdeles como esclavas sexuales.
La realidad es la misma, la esclavitud es quizá la más moderna de las formas oprobiosas, la más constante y ahora quizá es peor porque en los siglos pasados se tenía la justificación de la ignorancia, amén de que no habían leyes que prohibieran la esclavitud sino que la alentaban por considerarla normal.
Hoy día hay leyes que la prohíben, hay protocolos internacionales que la exponen y hay numerosas organizaciones que encabezan movimientos en contra de la trata de personas, y en cambio en algunas regiones prácticamente no se hace nada o no se previene al menos. En el estado de Campeche, de acuerdo con la encuesta del Observatorio de Violencia Social y de Género en Campeche al menos el 8% de las mujeres encuestadas no sabe que la compra, venta, explotación o tráfico de personas es un delitos, y o no lo considera un delito.
Esto nos hace pensar que quizá el derecho consuetudinario se ha confundido un poco en las comunidades rurales donde esto se ha arraigado, principalmente entre las personas de más edad a quienes les cuesta un poco más reconocer este delito, pero es también responsabilidad de las autoridades asumir la parte que les corresponde con la prevención de la comisión del delito y la información.
No es justificación decir que no se sabe, pero también hay que tomar en cuenta que muchas personas han normalizado la violencia en sus vidas al punto de no considerarse víctimas en situaciones extremas, y esto también puede suceder en formas de esclavitud moderna, de aislamiento y de confinamiento de las mujeres a espacios reducidos, alejadas de sus familias y a quienes les prohíben una vida común y en convivencia con otras personas, sólo porque sus esposos no se los permiten.
México tiene un enorme reto en la trata, en la esclavitud moderna que tanto aqueja, en uno de los delitos que más vergüenza nos debe dar como sociedad porque es inaudito que hoy día se siga cometiendo, que sigan descubriéndose casos de mujeres encerradas y aisladas por años, de personas que padecen de la crueldad de quienes se consideran humanos, porque eso nos hace pensar realmente si lo que nos hace humanos es precisamente el grado de odio que podemos sentir por nuestros pares al grado de procurarles tratos indignos.

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