El tendedero

domingo, 8 de enero de 2012

CUARTO PODER


El inconsciente femenino, la agenda pendiente.

Argentina Casanova

1.-El Patriarcado y sus tabúes exclusivos para las mujeres

Si en algo ha sido bueno el patriarcado es en la sutil forma de dominación hacia las mujeres, que no es sino el mismo esquema de control dicotómico poderoso-débil, que para perpetuarse se encarga de convencer y generar las condiciones para que quien se encuentra en la condición de débil ofrezca y garantice sumisión mediante una inextricable sistema de enseñanzas y aprendizajes que facilitarán su permanencia en el rol de inferioridad-sumisión-debilidad.

En el caso de las mujeres, no sólo las ha convencido a lo largo de siglos que la mayor gracia y dicha que puede tener es conseguir un “buen marido” sino que las ha llevado al punto de entender ya como bueno el simple hecho de ser “hombre”, convenciéndolas de que son ellas las que han de hacer todo para tenerlo, retenerlos, merecerlos y ganarlos, incluso renunciando a sus derechos, al respeto a sí mismas y a dejar pasar sutiles y complejas formas de violencia emocional, patrimonial, sexual y física, renunciando a ellas mismas. Al punto llega tal desdibujamiento del inconsciente femenino que son ellas quienes se ofrecen como productos o “cosas”, desde la edad temprana mostrándose como encantadoras lolitas hasta el punto de ofrecerse ellas mismas como cosas –reificación- en mercado de remate pasando de la subasta pública familiar del festejo de la edad de la pubertad, hasta pasar por patrones, modelos ideales a copiar y reproducir para cumplir expectativas a mostrar a través de páginas de citas en una absoluta renunciación a su ser individual y humano.

Alcanzar esto ha sido sencillo para el patriarcado, se apoya en los tabúes exclusivos para las mujeres tales como: que ellas jamás han de ser las que demanden, o tengan claro lo que quieren para ellas y sus vidas o establezcan límites, de hacerlo pasan a ser las mujeres castrantes que osan tener voluntad y criterio propio. En términos de Anne Skitekate, “¿Su destino no consiste más que en seducir que en existir? De ahí que a los cuarenta años se les presente con el corte cruel que separa sus vidas la seducción y la declinación”. Frase que en sí entraña otro de los tabúes del patriarcado para las mujeres en las sociedades occidentales concediéndole valor exclusivo a la lozana juventud y los parámetros dictados por el modelo de belleza occidental tales como la talla, la altura, el color del cabello, los ojos, las medidas corporales, que ha llevado a muchas mujeres a formas de mutilación similares a la ablación africana, en lo que se refiere a cirugías dolorosas solo para alcanzar un “patrón” de belleza. Una vez más me recuerda el mercado de carne en el que se le da valor a la “vaca” con base en su volumen y su apariencia. Con la diferencia que las vacas no se llevan a sí mismas a los anaqueles de venta.

2.-La nulificación femenina

El año pasado en una conferencia impartida en la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Yucatán, expuse la exploración de un concepto que distinguía de la “cosificación” y que es el de la “nulificación”, identificándolo como una característica más agresiva del patriarcado en sus formas más radicales y consolidadas por el machismo moderno. La frase constante de muchas canciones que las propias mujeres cantan en los sitios de reunión público, frases cotidianas, refranes, dichos, construcciones culturales que se reflejan a través del sexismo en el lenguaje que ya de por sí ha invisibilizado a las mujeres al punto de suprimirlas de identidad con el falso genérico “hombre” como sinónimo de persona.

Pero la nulificación, concepto un poco más desarrollado en esa conferencia y otras intervenciones, está imbricado en el decir femenino que no hace sino reproducir el discurso patriarcal cuando dice “yo no soy nada” o “él me decía: tú no vales nada, no eres nada sin mí”, tan constante y mencionado en las declaraciones que las mujeres que viven violencia dan ante los ministerios públicos que no encuentran explicación –estos últimos- del por qué las mujeres no pueden salir de esos círculos de violencia, cuando ni siquiera se dan cuenta de la reproducción de esa negación del ser en el propio dicho para exponer las agresiones.

Las formas de violencia son precisamente la intención de convencer a las mujeres de lo que el hombre patriarcal y machista piensa de ellas, hacerlas creer lo que ellos tienen para decirles “no eres nada”, “eres una mala mujer”, “eres estúpida”, y que han encontrado eco precisamente en millones de mujeres que asumen esos discursos como tablas de medida de sus propias vidas, en tanto que aquellas que osan hacer caso omiso al discurso parámetro simplemente no existen y no hay discursos alusivos a ellas o se ubican al otro extremo en la “mujer mala”.

La palabra, en términos de Mihaíl Bajtín, no es inocente se enuncia con todo el peso social de quienes la han enunciado antes, por eso cada vez que la sociedad utiliza la palabra “puta” para ofender está reproduciendo toda una intención social y cultural de hacer ya no de la condición de quien ofrece servicios sexuales sino de equiparar la palabra a sinónimo de mujer mala, la que se sale del parámetro de mujer buena que cumple con el decálogo de requisitos fijados por el patriarcado para ser una “mujer ideal”, la que está no se concibe ni se visualiza en posible condición de superioridad frente a los varones.

3.-La construcción de un nuevo femenino

Simultáneo al nuevo discurso feminista ha surgido un discurso opositor que supone forzosamente una defensa del “hombre” frente a los embates de la teoría crítica feminista y la teoría de género, incluso de la teoría Queer, pero afortunadamente también hay una corriente autodenominada de “nuevas masculinidades” que visualiza desde el género masculino las pérdidas que les ha tocado vivir, las deificaciones propias a su género y las camisas de fuerza impuestas como pérdida de derechos que ni consideraban como propios para los hombres. Es aquí donde el discurso de la construcción de un nuevo ser femenino muestra que para muchos hombres esto también supone la de un nuevo ser masculino, basado en la exploración de sus alcances e intenciones sin los prejuicios sociales construidos sobre el deber ser para el hombre.

Pero ese es otro tema, y el que me interesa como investigadora de la violencia hacia las mujeres se centra pues en la construcción de un femenino que implique condiciones diferentes de vida. Comparto esta reflexión surgida a partir de los puntos sobre los que habré de trabajar durante este año a partir de experiencias cotidianas; no se puede ir a hablarles a mujeres de la prisión que lo han perdido todo por sus relaciones invisibilizantes y nulificantes con varones, sin asumir desde lo individual el compromiso de esta construcción del yo femenino con todas sus consecuencias, con las implicaciones que conlleva. Es a partir de entender el respeto hacia nosotras mismas en todas sus formas posibles como la única forma de mantener el tránsito hacia esa sociedad más justa para todas las mujeres, a comulgar la sororidad como una forma de vida más allá de los prejuicios y convencionalismos a las que estamos acostumbradas, a comprometer el respeto a otra mujer como si de mí misma se tratara, aun a pesar de que para muchas es un concepto desconocido y aún por descubrir y aprender.

Ya lo plantea Skitekate en su libro “El silencio de Yocasta”, cuando dice: “La posibilidad de crear nuevos significantes equivale precisamente, en la óptica lacaniana, a suponer la posibilidad de modificar el inconsciente”. Y es más precisa cuando dice “Su sumisión (de la mujer) y su docilidad eran cualidades de oprimido atribuidas también al negro bueno obligado a ser hipócrita”, de ahí que las que elijan no ser sumisas o gocen a plenitud su éxito profesional sean las mujeres incómodas de este siglo para el machismo arraigado en el mundo entero.

Estos y otros conceptos serán los que inevitablemente estaremos desarrollando a fuerza necesaria de entender la realidad actual que insiste en ser desigual para las mujeres en la mayoría de los países del mundo.

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