QUINTO
PODER
#OP
Big Brother
Argentina
Casanova
En
1994, en una conferencia sobre medios de comunicación en Yucatán, escuché por
primera vez el concepto de la “Internet”, manejado en ese momento como “la
supercarretera de la información”. En el lugar, hubo personas que ya tenían
algún antecedente de esa noción, para otras era algo nuevo apenas relacionado
con los conceptos de Marshall MacLuhan como pieza fundamental de la Aldea global. En ese entonces, apenas
empezaba mis estudios en comunicación que descubría como un eje fundamental de
la vida y la razón del ser. Somos seres comunicantes en una búsqueda perpetua
por abandonar ese estado que Ortega y Gasset precisa en llamar la “infinita
soledad radical: el de la incapacidad de comunicarnos y compenetrarnos con
otros seres como nosotras mismas a partir de la incesante búsqueda de darnos a
través de la palabra para dar salida al pensamiento.
La
supercarretera llegó al poco. Empecé con la creación de una cuenta de correo
electrónico, para entonces el “Hotmail” empezaba a ser el de moda y mi director
editorial me ayudó, dada mi poca experiencia en el uso de la Internet, de su
creación. Paralelamente empecé a usar la Internet para el trabajo periodístico
en la redacción y el primer hallazgo fue cómo facilitaba mi trabajo de
investigación y documentación, mi archivo de estadísticas que constituía una
mochila cargada con hojas de informes con cifras, pasó a ser un archivo en el
correo siempre disponible. Y con eso empezó la magia de la comunicación
virtual, adentrarse a ese mundo de la comunicación y sus efectos
Acostumbrada
a asociar en mis esquemas mentales todo con la literatura, en primer instancia
las páginas web aparecieron en mi imaginario como una suerte de “bolso amarillo”,
figura alusiva a un cuento infantil en el que una pequeña encuentra siempre
pequeñas bolsas que conducen a cierres o pestañas más pequeñas, infinitas
posibilidades de ventanas. Y así las ligas, las web, las búsquedas, correos,
chats, Messenger y todo lo que implicaba la Internet se hizo el pan nuestro de
cada día; facilitando, enriqueciendo, eliminado el uso del fax en el periodismo
y llevándonos al correo electrónico con sus ventajas de ser limpio, rápido y
directo. Aparentemente confiable.
Y
es precisamente este el punto donde nos detenemos en este año, ya lo habíamos
visto venir, pero nos resistíamos y preferimos creer en la necesaria
comunicación con los riesgos que implica en este sistema global capitalista de “nada
es gratis”. A la par de las redes sociales llegó la desconfianza y la
posibilidad de que toda esta bondad de comunicación bien podría mirarse como
una espada de Damocles, usada maliciosa e intencionalmente por el mismo sistema
que lo ha formado.
De
la noche a la mañana el mundo se ha convertido en una pecera transparente, lugar
donde lo único privado parece ser el pensamiento, pero también es un mundo de
construcción de representaciones simbólicas en las que las figuras y los
perfiles se impostan, se falsea, se puede ser en “apariencia” a partir de una
serie de fotografías, post, tuits o hashtag un activista o pretender serlo;
hecho excelsamente en el sueño perfecto de Paolo Sartori: el homo videns que
sin contacto con el mundo real se construye y es solo un avatar detrás del
monitor.
Ese
mundo también es vulnerable, nos lo recordó Julian Assange con la filtración de
Wikileaks y más recientemente Edward Snowden trayendo al escenario mundial de
nueva cuenta la “guerra fría” del espionaje, pero esta vez llevado a la
realidad virtual que mostró que el Imperio
tiene muy claro sus objetivos e intereses: espiar a activistas y
organizaciones de derechos humanos, académicxs y personas involucradas en la
opinión pública, periodistas y actores y actoras sociales relevantes. Frente a
esto, usando el mismo canal, las personas detrás de las cuentas, perfiles y
usuarios se hicieron escuchar utilizando el mismo medio, convirtiéndolo así en
el mensaje: #OPBigBrother, eminentemente con una connotación que implica
conciencia y conocimiento, una vez más la respuesta va construida desde un
decir que aplica lo que Borges plantea, el lector especializado puede y hace
las conexiones en las intertextualidades que le permiten una lectura más
profunda.
Lo
que quedó expuesto fue ese “ente” abstracto, visto algunas veces como el
Imperio-Sistema Globalianizante, un panorama que nos pone a revisar y repensar el dilema fundamental de la
comunicación social per se: cómo sostener la congruencia del discurso
alternativo, frente a la perspectiva consumista, que además usa -para decir-
los canales del sistema globalizante del homo videns.
Para
las personas activistas es evidente la vuelta de tuerca que entraña este nuevo
panorama en el riesgos de usar las herramientas que el propio Sistema ha
creado, un dilema que surge precisamente de la zona del confort que contribuye
al interés inherente que evadimos educar y optar por la comodidad de usar
caminos ya transitados, pero que hoy parecen volverse contra sus críticos.
No
es casual que sean líderes o gobierno, y paralelamente “los sujetos” de interés
de ese espionaje sean activistas y organizaciones defensoras de Derechos
Humanos, hoy día los derechos humanos corren el riesgo de disminuirse tanto en
lo económico, como en lo político y social por las reformas estructurales como
por las violaciones reiteradas de las fuerzas armadas y la convivencia con el
crimen organizado.
La
realidad nos conduce en gran medida a repensar hacia dónde vamos con la crítica
al Sistema usando sus canales de comunicación, aunque no es razón para
rompernos las vestiduras y renunciar a una u otra cosa, cada medio de
comunicación responde y ha respondido a entornos y realidades específicas con
fines comerciales o no y que han podido usarse con fines sociales
revolucionarios y hacia la deconstrucción. La supercarretera de la información es
un camino de ida y vuelta, y ha mostrado tener distintos planos y escenarios
que rompieron la pantalla y entraron a la intimidad del homo o mujer videns,
una vez rota esa “distancia” la relación debe –es posible- empezar a
construirse desde una noción diferente y repensándose a partir de la conciencia
del Big Brother que está ahí mirándonos a manera de dios terrenal extracorpóreo
que sabe y conoce mucho de nosotrxs, pero que aún no puede apropiarse de lo
fundamental: la esencia del ser que sigue inasequible en la medida en la que el
pensamiento humano se complejiza mediante la abstracción y se vuelca de nuevo a
través de las formas que elige: la pintura, la escultura, la poesía, entre
otras.
El
mundo feliz se ha roto, y mirar hacia arriba, mirar detrás del monitor,
atreverse a mirar en la “ventanita” desde la que dios se asoma, y treparnos al
panóptico empieza a ser una idea que, sin definirse o enunciarse se construye a
partir de la posibilidad de los discursos reflexivos, incluso usando los
propios medios que usaron para espiarnos.
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