QUINTO PODER
Reescribir (en) el discurso periodístico
frente a lo mediático
Argentina Casanova
¿Qué escribir cuando no queremos ser parte del
discurso imperante, del discurso que se habla y que es el único válido desde el
canon periodístico? Buscar una respuesta nos pone frente al reto de aprender a
construir en sentido inverso, en sentido contrario, sin contradecir, pero
tampoco validando, decires que se
sustraigan a la lamentación de la violencia, la numeración y la paráfrasis del
compromiso público-institucional-blablabla. Aprender un decir nuevo en la
medida de la necesidad de un periodismo distinto, racional, intelectual, de investigación
científica más allá de la “nota de color” o la nota diaria, de abonar a un
periodismo nuevo que reconstruya el hacer “periodístico” en medio de una ola de
mediatizaciones banalizantes, distractoras y apologéticas de una violencia que
solo conviene al propio sistema, como el “hacha” que se cierne sobre el corazón
de la sociedad.
Ya desde tiempos escolares tuve una preocupación manifiesta
en una ponencia presentada en el Foro Regional de Comunicación Social promovido
por el Congreso de la Unión, en junio de 1994, en el que participé con el tema
La responsabilidad social de los medios de comunicación. Venía del ejercicio
del trabajo social comunitario, consciente del efecto de la televisión en los
hogares de familias de la clase trabajadora, mujeres sustraídas a su realidad,
abotagadas hasta el adormecimiento con discursos de novelas rosas que les
construyen un atrofiado parámetro de la realidad perseguible, del discurso
amoroso idealizado y al mismo tiempo una vida imposible de alcanzar.
Mi ejercicio como corresponsal de un periódico
nacional El Financiero de julio de 1994 a octubre de 2001, me dio las bases
para comprender y ver una forma de hacer periodismo desde el enfoque de la
cobertura de la información económica, financiera, la actividad bursátil y/o
empresarial en una entidad con escaso crecimiento económico, posteriormente en
Milenio la opción se amplió dado el matiz que para entonces tenía el joven
periódico que representaba una oportunidad de hacer diarismo y específicamente
para un grupo de amigas y amigos periodistas que ya conocía por ese tiempo
de todo el país, el consejo de la amiga
en Chiapas, Gabriela Coutiño me dio la pauta para ingresar a un nuevo periódico
en el que laboré como corresponsal hasta junio de 2011 (Milenio). En ambos
medios, al igual que en el periódico local laboré simultáneamente y en todos me
fui sin un peso de liquidación o cosa que se le parezca, así lo hacemos en la
mayoría de las veces muchos de las personas que trabajamos en el periodismo por
razones personales o por conflictos con los medios, en mi caso fue la primera. Una
constante para muchos y muchas corresponsales que trabajan para empresas
grandes. Una realidad en muchos países de Latinoamérica.
Para mediados de 2011 mi percepción acerca del
periodismo se transformó a partir de la decisión personal de dejar de mirar la
televisión y su conteo de muertos. En Campeche el nivel de violencia no se
aproxima para nada a los que vive el Norte del país, sin embargo otros
problemas sociales se han hecho latentes a lo largo de los últimos años, frente
a los que la mayoría de las veces hemos actuado con indiferencia, en algunos
casos por incomprensión de la dimensión del tema. Salvo contados y raros casos
que pueden considerarse a partir de las investigaciones más de periódicos como
Por Esto! en los temas relacionados con la contaminación que genera Petróleos
Mexicanos, los esfuerzos han ido construyéndose más en función de las
necesidades específicas de los intereses particulares detrás de cada medio. De
ahí en fuera, son visibles esfuerzos aislados de corresponsalías como las de La
Jornada, Proceso y coberturas extraordinarias de algunos temas con mucha
prontitud mediática, aunque posterior desinterés de la relevancia en el impacto
social. Pero en lo general, en todo el país parecen vivirse situaciones
similares por distintas causas. No es cosa fácil en un país que afronta la
autocensura y mucho menos en las entidades. Y por otro lado, y es mi caso de
reflexión, frente a la realidad tan apabullante de violencia que vive el país,
qué otra cosa puede parecer relevante, y es entonces que el efecto puede –como
me sucedió por voluntad y por desánimo del alcance del trabajo periodístico- callarnos,
más como una forma de respeto frente a la cruda realidad y el riesgo que viven
los profesionales de entidades fronterizas frente al crimen organizado, el
tráfico de migrantes y la corrupción a gran escala que ha sido expuesta también
con el periodismo de investigación. Pero también con el argumento de no poner
más borra en el espacio editorial-digital. En la corresponsalía en Milenio el
conteo de muertos me dejaba afuera de la nota diaria, la visión centralista de
la noticia predomina en las salas de redacción y un sismo de baja magnitud es
noticia pero uno de mayor magnitud en un municipio del estado no lo es. A quién
le importa dónde queda Champotón o Palizada y que no sean conocidas como zonas
sísmicas.
La realidad obliga a hacer 2 tipos de periodismo,
por un lado a hacer la nota “vendible” y por otro lado a aspirar a competir con
algo extraordinario de lo local con las notas de violencia que predominan en el
Norte, pero al mismo tiempo se han acallado otros temas, o mejor aún se han “sectorizado”
al punto que las mujeres periodistas traemos una agenda muy definida y
organizada, género, feminicidio, pobreza, migración de mujeres, etc; igual hay
mujeres periodistas escribiendo notas sobre la violencia social y la violencia
derivada de los cárteles, de la corrupción, de los acuerdos y amarres entre los
grupos, pero cada vez son menos. La realidad de asesinatos de periodistas no es
precisamente algo que aliente a seguir la senda de notables mujeres como Regina
Martínez, asesinada, o Lydia Cacho, activista cuyo trabajo periodístico ha
puesto su vida en riesgo. México es un país de riesgo para el ejercicio
periodístico según reportes internacionales, no lo olvidemos. Y ahí está el
Informe Diagnóstico Violencia contra las Mujeres Periodistas en México,
elaborado por Cimac.
Esta realidad es inobjetable, y en medio de este
panorama, leer ediciones publicadas por periodistas es y ha sido una de mis
lecturas favoritas, seleccionando y eligiendo entre aquellos compañeros que
gozan de un sólido prestigio por supuesto, pero sobre todo de un compromiso
periodístico superior a cualquier otro. En este escenario, un libro Violencia y
Medios 3, publicado por la organización Insyde (Instituto para la Seguridad y
la Democracia)* cuya lectura me ha puesto a reflexionar sobre el cómo nos
planteamos los comunicólogos, no solo los periodostas, la construcción de la
información de interés social y a partir de qué elementos construimos sus
pautas y esquemas. Definitivamente el periodismo ya no puede ser el que fue a
principios ni a mitad del siglo pasado. Hoy día vivimos un efecto mediatizante
que nos obliga a replantearnos la forma y el fondo de lo que decimos-escribimos.
Pero también nos conduce a ese punto las condiciones de la realidad que México
atraviesa. Pienso en los números de periodistas de “provincia” como centralistamente
se ha llamado a quienes ejercen en las entidades de la República y que son a
quienes les toca pasar las dificultades más ácidas de esta realidad,
precisamente desde pequeños y endebles medios de comunicación, no poderosas
empresas con oficinas en la capital del país.
El libro aborda desde la reflexión de periodistas
en todo el mundo el análisis de la realidad que le toca al periodista que se ve
obligado a decidir entre publicar o no una información, en el que el único
incentivo para tomar la decisión hacia un lado es “la vida o la muerte”. Pasó y
ocurre en Colombia, como expone María Teresa Ronderos, una realidad en todo el
mundo que detalla Marco Lara Klar que escribe México: el más mortífero para la
prensa, en el que puntualmente dice: “…si no tienes garantías como periodista
para trabajar en temas del narcotráfico, no lo hagas, no es necesario dar la
vida; la sociedad te quiere vivo, no muerto; los muertos no dan la batalla…”
pero no queda ahí, el libro conduce a plantearnos también cómo se aborda la
violencia y en qué se ha convertido para algunos medios, deja el camino libro
para mirar que también en el ejercicio periodístico hay otras formas de decir,
sostiene “una propuesta iberoamericana de periodismo policial” a partir de las
experiencias de los profesionistas que escriben desde distintos puntos de
Latinoamérica.
Y creo que hacia ahí vamos, sin un horizonte o
destino claro pero emprendiendo ese camino, muchas mujeres periodistas han iniciado
un trabajo paralelo, alterno, hemos ido construyendo nuestras propias agendas,
en las que se entremezcla un nuevo perfil del periodista-activista, de los y
las comunicólogas que le apuestan a incidir a partir de la intervención en
otros ámbitos como son las organizaciones de la sociedad civil. Personalmente
me ha interesado la temática de las mujeres, eso me condujo al activismo y
posteriormente a la defensa de los ddhh de las mujeres, algo cada vez más
constante en las mujeres periodistas, en las reuniones de activismo siempre encuentro
a otras compañeras, y ahí están haciendo y organizando trabajos importantes a
través de La Red Nacional de Mujeres Periodistas, Cimac, Mujeres Diez
Comunicación, Sara Lovera sigue construyendo redes, y en las entidades muchos
nombres suenan y se organizan (pienso en amigas Alma, Gabriela, Silvia,
Socorro, etc), estamos en la reescritura del periodismo, una vuelta a sus
orígenes frente a la inmediatez que ha puesto en riesgo precisamente el
análisis y la investigación a partir de una forma diferente, dejar atrás el
conteo de los feminicidios como nota diaria para investigar, trabajar y ser
parte de la respuesta ciudadana, ese es también un camino para decir y
construir un nuevo periodismo desde el trabajo de las mujeres.
Creo, esto de tener claro que estamos sobre la
tarea de algo nuevo que vamos construyendo desde la reflexión, se trata, al
final que el-la periodista visualice la línea divisoria entre hacer de “la
violencia un bien de uso, comercializable, que podría figurar en cualquier
balance como una mercancía más”, como expone el periodista Gustavo Viega en el
libro citado. A fin de cuentas solo
somos periodistas escribiendo las entidades.
*Violencia y Medios 3, Una propuesta Iberoamericana
de Periodismo Policial, 2007.
No hay comentarios:
Publicar un comentario