QUINTO PODER
Ser mujer y no morir en el intento
Argentina Casanova
Suena catastrófico pero cierto. Cuando escucho la
resistencia de algunos amigos, compañeros, activistas, defensores de derechos
humanos a comprender la necesaria y urgente consideración del derecho en los
desiguales, el derecho proporcional, la igualdad jurídica de género, o tantos
nombres como puedan darle para considerar las diferencias en las que nacen,
viven y mueren las mujeres en el mundo, me esfuerzo por explicarles y hacerles
ver que es un acto de justicia y que la realidad pese a las mujeres empoderadas,
sexistas o patriarcales que pueda haber en el mundo, la verdad es que hay un
mundo injusto y desigual para niñas, adolescentes y mujeres adultas y que debe
ser visibilizado y resuelto solo mediante la voluntad de la sociedad.
Hoy temprano repasaba un texto que explica la razón
del porqué las desigualdades se basan en diferencias construidas culturalmente,
pero no en toda la cultura, sino en ciertas estructuras de poder y relación que
son parte de la cultura, es decir no en la cultura en sí. Por eso me choca
cuando escucho que “la cultura del machismo”, pues es un oxímoron. El machismo
no es cultura, es exactamente lo contrario, es como la “fractura” de la
cultura. Entenderlo es fundamental, por eso me ocupo personalmente de explicar
a todas las personas que se dejen con los ejemplos más sencillos lo que es “la
violencia estructural” y “la violencia sistémica”.
¿Pero qué le queda a las mujeres en el mundo?, la
historia la ha suprimido y subyugado, la religión la ha domesticado y oprimido,
pero para las mujeres que nos asumimos de fe y buscamos el conocimiento sabemos
que no es la “fe” la que ha hecho eso a las mujeres, sino el patriarcado
inserto en las prácticas religiosas. Una vez más, no es la cultura sino
estructuras dentro de ésta. Idílicamente por eso prefiero al Jesús que se rodea
de María Magdalena, de María y Martha, a estas últimas a las que llama a
ocuparse de lo fundamental y que no les será quitado: el conocimiento, pero es
un Cristo poco revelado porque las jerarquías religiosas han estado en manos
masculinas esencialmente.
Hoy recordé lo que es ser niña en un mundo de
peligro “por lo que tienes entre las piernas”, para que tu cuerpo ese que
instintivamente aprendí a disfrutar y a gozar, la educación, el mundo la sociedad
me dijo que debía avergonzarme de él y mirarlo con los ojos de los otros, de
pudor, de vergüenza, de temor y de oprobio. Ser mujer en este mundo es algo
difícil de entender para los varones, he tenido que explicarle de mil formas a
varios amigos y amados hombres lo que es andar por la calle bajando la mirada,
escondiendo el cuerpo, y sí, escondiéndolo. Tenía 11 años, aún no tenía senos,
nunca he sido una mujer de pechos grandes, sino más bien medianos, así que a
esa edad era poco lo que había; pero aún así recuerdo muy bien y lo tengo
grabado el día que un tipo en la calle me tocó el pecho. Iba a la secundaria,
tenía puesta la blusa del uniforme de botones al frente y cuello camisero, con
una blusa de tirantes abajo, tenía el mal hábito de caminar mirando para abajo
y ni la cara le vi al tipo que pasó y puso su mano sobre mi cuerpo. No dije
nada, no supe qué hacer, fue tan rápido que ni la cara le vi, pero la sensación
fue que había violado mi cuerpo, lo tocó sin mi consentimiento y yo era una
niña. Lo primero que hice al llegar a la escuela fue ir al baño a lavarme el
pecho, me froté y sequé mientras lloraba. A partir de ese día conforme fui
creciendo tuve que aprender a defenderme, sin importar la ropa que usara,
larga, gruesa, -a las mujeres sexis no las tocan los hombres porque los
intimidan cabe aclarar. Y crecí en un mundo en el que no había nadie que nos defendiera,
que éramos nosotras las que debíamos sentirnos mal porque un fulano pasara y
tocara nuestro cuerpo como si fuera un objeto de disposición pública. Claro yo
era una niña sin un padre que me llevara en auto al colegio.
A los hombres que se resisten a entender la
desigualdad de género quisiera preguntarles si han vivido algo así, si es así,
que recuerden cómo se sintieron y lo multipliquen por todos los días de su
vida.
Y por si fuera poco, vivo en un país en el que las
cifras me dicen que a diario mueren casi 6.4 mujeres –cifras del jurídico de
Inmujeres durante el Foro sobre la Ley de Acceso a una Vida Libre de Violencia-
y tan solo en el Estado de México han sido asesinadas 922 mujeres, de las
cuales más de 500 no se ha localizado al feminicida. Y se habla de miles de
desaparecidas y extraviadas, mujeres ejecutadas como parte de los efectos del
crimen organizado, obviamente con sesgo de género, es decir violadas y
torturadas, expuestas.
Esto si bien es terrible no es privativo de México,
el resto del mundo tiene a niñas esposas, la ablación femenina, mujeres
torturadas por la “belleza” con operaciones, deformaciones del rostro, del
cuerpo, negación de la feminidad y de la edad, rechazo a lo que somos
naturalmente y fabricación de imposturas acorde al patriarcado y el discurso
femenino-patriarcalizado, para distinguir y tener claro cuando dicen “son las
mismas mujeres las que educan”, sí pero reproduciendo esquemas patriarcales que
el mismo sistema se encarga de continuar garantizando así su efectiva
perpetuidad. Niñas y adolescentes víctimas de las condiciones más inhumanas en
la trata, explotación sexual, esclavitud, tráfico, acoso, hostigamiento,
callejones sin salida que las conducen a decisiones equivocadas que luego son
juzgadas y que poco consideran la responsabilidad que la sociedad, especialmente
las personas adultas tenemos en el cuidado y protección de la inocencia de la
infancia.
El mundo parece no ser un lugar seguro para las
mujeres y niñas, para todas las personas es cierto, pero en especial para las
mujeres. A cambio tenemos un mundo que se resiste a conocer lo que plantea el
feminismo como el reconocimiento simple y necesario de los derechos de las
mujeres. Hay quienes dicen que todo eso ya está superado y que reprochan que
continuemos la lucha por derechos que ya tenemos. Pero no es así, la
desigualdad persiste oprimiendo a todas las mujeres, y es mucho más visible en
las indígenas, las pobres, las analfabetas, las rurales, las mujeres de todos
los estratos sociales en donde el patriarcado nos oprime y nos cosifica, nos
intenta nulificar al punto de naturalizar la violencia más cruel como es la privación
de la vida. Basta leer un reportaje publicado en Sonora, por la compañera
periodista Silvia Núñez Esquer, donde da cuenta de la violencia de niños contra
niñas, una de ellas traducida en la muerte de una pequeña. Eso me ha puesto a
pensar acerca del mensaje que se les está enseñando a los niños en un país en
el que las instituciones se niegan a reconocer la gravedad de los feminicidios
mediante la emisión de las alertas de género (http://www.cimacnoticias.com.mx/node/63615).
Esa es la realidad, esa más tener que cuidarnos –las
que somos mujeres lo sabemos- a la hora que salgamos del trabajo o en la noche,
a elegir qué caminos tomaremos, a tomar ciertas medidas de protección y
seguridad, a cuidar a las niñas con mayor esmero porque siguen elevándose las
cifras de violaciones de pequeñas, a cuidar a las jovencitas e informarlas para
evitar que sean víctimas de las redes de trata y enganchadores que las seducen
y engañan. A trabajar en construir un lugar más seguro para las niñas y
mujeres, un lugar fuera de este mundo, pero en este mundo.
Empezando por construir nosotras mismas una agenda
común de preocupaciones, de quitar la venda en los ojos a muchas mujeres que
convencidas por el patriarcado o el hembrismos se instalan en los puntos
extremos sin tener conciencia de lo que realmente significa el ejercicio de
nuestros derechos plenos, hembrismo construido claro está desde los discursos
patriarcalizados a los que conviene el descrédito y la ignorancia, el “satanizar
al feminismo” desde el discurso académico y canónico, desde el discurso de la
religión y el poder económico y político, a quitarles lo único que es nuestro, y
que es camino a la construcción de nuestra identidad femenina: nuestros
cuerpos, por eso la importancia de recuperar nuestras libertades desde enunciar
nuestra palabra, nuestro cuerpo y quitárselo al sistema que se lo apropió.
#mujereslibrescuerposlibres
No hay comentarios:
Publicar un comentario