El tendedero

martes, 6 de agosto de 2013

Ser mujer y no morir en el intento

QUINTO PODER
Ser mujer y no morir en el intento
Argentina Casanova

Suena catastrófico pero cierto. Cuando escucho la resistencia de algunos amigos, compañeros, activistas, defensores de derechos humanos a comprender la necesaria y urgente consideración del derecho en los desiguales, el derecho proporcional, la igualdad jurídica de género, o tantos nombres como puedan darle para considerar las diferencias en las que nacen, viven y mueren las mujeres en el mundo, me esfuerzo por explicarles y hacerles ver que es un acto de justicia y que la realidad pese a las mujeres empoderadas, sexistas o patriarcales que pueda haber en el mundo, la verdad es que hay un mundo injusto y desigual para niñas, adolescentes y mujeres adultas y que debe ser visibilizado y resuelto solo mediante la voluntad de la sociedad.
Hoy temprano repasaba un texto que explica la razón del porqué las desigualdades se basan en diferencias construidas culturalmente, pero no en toda la cultura, sino en ciertas estructuras de poder y relación que son parte de la cultura, es decir no en la cultura en sí. Por eso me choca cuando escucho que “la cultura del machismo”, pues es un oxímoron. El machismo no es cultura, es exactamente lo contrario, es como la “fractura” de la cultura. Entenderlo es fundamental, por eso me ocupo personalmente de explicar a todas las personas que se dejen con los ejemplos más sencillos lo que es “la violencia estructural” y “la violencia sistémica”.
¿Pero qué le queda a las mujeres en el mundo?, la historia la ha suprimido y subyugado, la religión la ha domesticado y oprimido, pero para las mujeres que nos asumimos de fe y buscamos el conocimiento sabemos que no es la “fe” la que ha hecho eso a las mujeres, sino el patriarcado inserto en las prácticas religiosas. Una vez más, no es la cultura sino estructuras dentro de ésta. Idílicamente por eso prefiero al Jesús que se rodea de María Magdalena, de María y Martha, a estas últimas a las que llama a ocuparse de lo fundamental y que no les será quitado: el conocimiento, pero es un Cristo poco revelado porque las jerarquías religiosas han estado en manos masculinas esencialmente.
Hoy recordé lo que es ser niña en un mundo de peligro “por lo que tienes entre las piernas”, para que tu cuerpo ese que instintivamente aprendí a disfrutar y a gozar, la educación, el mundo la sociedad me dijo que debía avergonzarme de él y mirarlo con los ojos de los otros, de pudor, de vergüenza, de temor y de oprobio. Ser mujer en este mundo es algo difícil de entender para los varones, he tenido que explicarle de mil formas a varios amigos y amados hombres lo que es andar por la calle bajando la mirada, escondiendo el cuerpo, y sí, escondiéndolo. Tenía 11 años, aún no tenía senos, nunca he sido una mujer de pechos grandes, sino más bien medianos, así que a esa edad era poco lo que había; pero aún así recuerdo muy bien y lo tengo grabado el día que un tipo en la calle me tocó el pecho. Iba a la secundaria, tenía puesta la blusa del uniforme de botones al frente y cuello camisero, con una blusa de tirantes abajo, tenía el mal hábito de caminar mirando para abajo y ni la cara le vi al tipo que pasó y puso su mano sobre mi cuerpo. No dije nada, no supe qué hacer, fue tan rápido que ni la cara le vi, pero la sensación fue que había violado mi cuerpo, lo tocó sin mi consentimiento y yo era una niña. Lo primero que hice al llegar a la escuela fue ir al baño a lavarme el pecho, me froté y sequé mientras lloraba. A partir de ese día conforme fui creciendo tuve que aprender a defenderme, sin importar la ropa que usara, larga, gruesa, -a las mujeres sexis no las tocan los hombres porque los intimidan cabe aclarar. Y crecí en un mundo en el que no había nadie que nos defendiera, que éramos nosotras las que debíamos sentirnos mal porque un fulano pasara y tocara nuestro cuerpo como si fuera un objeto de disposición pública. Claro yo era una niña sin un padre que me llevara en auto al colegio.
A los hombres que se resisten a entender la desigualdad de género quisiera preguntarles si han vivido algo así, si es así, que recuerden cómo se sintieron y lo multipliquen por todos los días de su vida.
Y por si fuera poco, vivo en un país en el que las cifras me dicen que a diario mueren casi 6.4 mujeres –cifras del jurídico de Inmujeres durante el Foro sobre la Ley de Acceso a una Vida Libre de Violencia- y tan solo en el Estado de México han sido asesinadas 922 mujeres, de las cuales más de 500 no se ha localizado al feminicida. Y se habla de miles de desaparecidas y extraviadas, mujeres ejecutadas como parte de los efectos del crimen organizado, obviamente con sesgo de género, es decir violadas y torturadas, expuestas.
Esto si bien es terrible no es privativo de México, el resto del mundo tiene a niñas esposas, la ablación femenina, mujeres torturadas por la “belleza” con operaciones, deformaciones del rostro, del cuerpo, negación de la feminidad y de la edad, rechazo a lo que somos naturalmente y fabricación de imposturas acorde al patriarcado y el discurso femenino-patriarcalizado, para distinguir y tener claro cuando dicen “son las mismas mujeres las que educan”, sí pero reproduciendo esquemas patriarcales que el mismo sistema se encarga de continuar garantizando así su efectiva perpetuidad. Niñas y adolescentes víctimas de las condiciones más inhumanas en la trata, explotación sexual, esclavitud, tráfico, acoso, hostigamiento, callejones sin salida que las conducen a decisiones equivocadas que luego son juzgadas y que poco consideran la responsabilidad que la sociedad, especialmente las personas adultas tenemos en el cuidado y protección de la inocencia de la infancia.
El mundo parece no ser un lugar seguro para las mujeres y niñas, para todas las personas es cierto, pero en especial para las mujeres. A cambio tenemos un mundo que se resiste a conocer lo que plantea el feminismo como el reconocimiento simple y necesario de los derechos de las mujeres. Hay quienes dicen que todo eso ya está superado y que reprochan que continuemos la lucha por derechos que ya tenemos. Pero no es así, la desigualdad persiste oprimiendo a todas las mujeres, y es mucho más visible en las indígenas, las pobres, las analfabetas, las rurales, las mujeres de todos los estratos sociales en donde el patriarcado nos oprime y nos cosifica, nos intenta nulificar al punto de naturalizar la violencia más cruel como es la privación de la vida. Basta leer un reportaje publicado en Sonora, por la compañera periodista Silvia Núñez Esquer, donde da cuenta de la violencia de niños contra niñas, una de ellas traducida en la muerte de una pequeña. Eso me ha puesto a pensar acerca del mensaje que se les está enseñando a los niños en un país en el que las instituciones se niegan a reconocer la gravedad de los feminicidios mediante la emisión de las alertas de género (http://www.cimacnoticias.com.mx/node/63615).
Esa es la realidad, esa más tener que cuidarnos –las que somos mujeres lo sabemos- a la hora que salgamos del trabajo o en la noche, a elegir qué caminos tomaremos, a tomar ciertas medidas de protección y seguridad, a cuidar a las niñas con mayor esmero porque siguen elevándose las cifras de violaciones de pequeñas, a cuidar a las jovencitas e informarlas para evitar que sean víctimas de las redes de trata y enganchadores que las seducen y engañan. A trabajar en construir un lugar más seguro para las niñas y mujeres, un lugar fuera de este mundo, pero en este mundo.

Empezando por construir nosotras mismas una agenda común de preocupaciones, de quitar la venda en los ojos a muchas mujeres que convencidas por el patriarcado o el hembrismos se instalan en los puntos extremos sin tener conciencia de lo que realmente significa el ejercicio de nuestros derechos plenos, hembrismo construido claro está desde los discursos patriarcalizados a los que conviene el descrédito y la ignorancia, el “satanizar al feminismo” desde el discurso académico y canónico, desde el discurso de la religión y el poder económico y político, a quitarles lo único que es nuestro, y que es camino a la construcción de nuestra identidad femenina: nuestros cuerpos, por eso la importancia de recuperar nuestras libertades desde enunciar nuestra palabra, nuestro cuerpo y quitárselo al sistema que se lo apropió. #mujereslibrescuerposlibres

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